“Chamo me mataste”, fueron las palabras de Ángel Gabriel González, luego que su compañero, de apellido Morillo, le introdujera una manguera de aire por el recto y le perforara tres órganos, el pasado 10 de julio en una cauchera de Ciudad Lossada, en Maracaibo.
En un cuarto en el que apenas cabe la cama en la que está acostado, en la vivienda de su suegra, con una sonda conectada a su cuerpo para poder defecar y una herida debajo del pecho y que llega hasta su pelvis, rompió el silencio y narró lo que vivió luego del juego macabro que casi le cobra la vida.
“Nosotros siempre nos hacíamos bromas. Pero ese día todo pasó los límites. Estaba arreglando un caucho cuando ‘El Guajiro’ me introdujo la maguera. No me dio tiempo de nada. Me oriné. Creí que iba a morir, empecé a escupir sangre y me desmayé. Reaccioné a los pocos minutos mientras mi jefe me golpeaba el pecho para revivirme”, dijo preocupado.
Esa ‘broma’ lo mandó a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Adolfo Pons por ocho días, de los cuales la mayoría estuvo en coma y con septicemia. “Sentí que estaba fuera de mi cuerpo todo ese tiempo. Me veía acostado en la cama pero yo estaba parado. Así anduve hasta que me dijeron ‘acuestate porque tú estás vivo’, y yo obedecí. Allí desperté, con aparatos y ya me habían operado. Me reconstruyeron el intestino y el recto”.
Ahora, a dos días de haber sido dado de alta, luego de superar la infección, Ángel Gabriel está postrado en su cama. Le esperan largos meses para recuperarse y su victimario sigue prófugo. “Él no midió las consecuencias de lo que hizo”, señaló el joven.
Más que pedir que atrapen a “El Guajiro”, Ángel Gabriel y su familia, conformada por su esposa y dos hijos, además de cinco que ella tiene de otro matrimonio; piden ayuda para que él se pueda recuperar de la grave lesión causada por la boquilla de acero de la manguera de aire comprimido.
Sus familiares solicitan que quienes puedan colaborar les faciliten alguno de los siguientes medicamentos: levofloxacina de 500 miligramos, profenid de 150 miligramos, metronidazol y omeprazol. Además, artículos como pañales desechables para adultos y bolsas para sondas.
“Una de las cosas que más le urge es una silla de ruedas no puede caminar ni estarse moviendo mucho”, dijo una cuñada.
“A ellos les dieron una casita, pero no tienen electrodomésticos ni muebles. Él es el sustento de su familia y estaba trabajando para poder comprar todo para su nuevo hogar”, dijo la suegra Doris Villalobos.
Reportaje especial de Panorama / www.diariorepublica.com