El descanso eterno no se cumple para centenas de personas que recibieron santa sepultura en la tierra del cementerio Sagrado Corazón de Jesús, en la avenida La Limpia. Fosas abiertas, urnas oxidadas por doquier y hasta huesos profanados se consiguen los visitantes cerca de las lápidas de sus parientes.
El respeto se perdió, desde hace algún tiempo. La delincuencia cruzó, inescrupulosamente, la línea entre la religión y el hombre. El lugar está en ruinas, calles de arena, huecos, piedras, ramas de árboles caídos, son parte de la descripción que podría recibir el sacramental. Aunado a eso los robos masivos de tumbas, santerías y prácticas primitivas dentro del cementerio.
Familias divagan por el lugar para encontrar la tumba donde enterraron a su pariente, conforme pasan las semanas la zona es diferente. “Podemos llegar hoy y conseguir los santos de la tumba, pero a la siguiente semana hay más basura o escombros y no sabemos si es donde está nuestro pariente o estamos en otro espacio”, exclamó un visitante en anonimato.
Lo que en otrora respetaban por tener vínculos con la religión, como el descanso eterno de los muertos, en la actualidad es un chiste para los delincuentes y santeros que profanan tumbas para utilizar los huesos en ritos pérfidos.
Maribel Bracho, con un pañuelo en su rostro, cansada de llorar, contó que desde la noche del pasado domingo no pudo dormir tranquila, ya que perdió una familiar el sábado, la enterraron al siguiente día pero al llegar a la fosa se toparon con una desagradable sorpresa. “Los obreros hicieron el hueco, todo bien, pero cuando llegamos a meter a nuestra pariente, nos conseguimos que la de enfrente tenía los huesos afuera”, que además es de un familiar que hace años murió. Al retirarse dejaron la cárcava abierta, porque según los obreros, eso lo harían al siguiente día (hoy) a las 8.00 de la mañana. Las coronas de flores y arreglos ya no estaban. “De seguro se las llevaron y las venden en el frente del cementerio”, exclamó otro allegado.
Al ver que estaba por fuera la osamenta de su otra pariente, no pudo dormir, pensaba que al dejar la otra abierta, sería más fácil para los vándalos ultrajarla. “Por eso decidimos venir desde Mara a las 10.00 de la mañana para certificar que habían tapado la urna”. Pero el agujero seguía descubierto. Con palas taparon la urna con arena y cemento.
Los Bracho discutieron con el personal del condominio, exigieron seguridad y control con relación a las personas que entran y salen, el aseo del camposanto y el resguardo de las lápidas. “Esos huesos eran de una familiar, no es posible que tengamos que recogerlos, arreglar los huecos y de paso, nosotros hacer el trabajo que ya se pagó”.
Maribel denunció su realidad, que es similar a la mayoría del lugar. Las pocas tumbas que no están rotas de seguro son nuevas y no están exentas de ser corrompidas. Esta familia exigió a la organización encargada del sacramental a hacer respetar el dolor ajeno, “esto parece un campo de guerra, menos un cementerio”.