Los investigadores no abandonan la cama del hospital en la que se trabaja por su recuperación, pero ante un tribunal, Dzhokhar Tsarnaev podría ser condenado a muerte. Y mientras, los activistas defensores de los derechos humanos dan la voz de alarma: ¿Se convertirá ahora el atacante de Boston en víctima de la Justicia?
¿Es ése el aspecto de un “combatiente enemigo”? ¿Un delgadísimo y pálido joven de 19 años en la cama de un hospital rodeado de tubos y aparatos, con un respirador artificial y herido de bala en el cuello que le imposibilita hablar?
Y a los pies de su cama, los investigadores que temen por su vida, porque saben que sólo él puede ayudarles a arrojar luz sobre el trasfondo de los ataques con bomba en el maratón de Boston del pasado lunes, en el que murieron tres personas y casi 180 resultaron heridas.
Ante los tribunales podría ser condenado a pena de muerte. Dzhokhar Tsarnaev no tiene abogado y el secretario de Justicia, Eric Holder, está considerando incluso darle estatus de enemigo de guerra, algo por lo que ya han protestado defensores de los derechos humanos y políticos.
De ser considerado “combatiente enemigo”, se le quitaría el derecho a tener acceso a un abogado. “No hay justificación para darle ese estatus”, denunció el senador demócrata Carl Levin en declaraciones al diario “The New York Times”. En estos momento no hay pruebas de que Tsarnaev “sea parte de un grupo organizado vinculado a Al Qaeda o los talibanes”. Y la regulación de excepción, que aprobó el gobierno del presidente, Barack Obama, hace dos años prácticamente sin resistencia, es sólo válida para esas agrupaciones terroristas.
No está claro por el momento si hubo otros cerebros de los atentados. Los investigadores esperan poder hacer al joven de 19 años “millones de preguntas”. Pero el adolescente, en el caso de que pueda dar respuestas, apenas puede garabatear en un papel. Y cada vez hay más cosas que indican que Dzhokhar fue incitado por su hermano mayor, que hizo de un típico “chico” estadounidense, un sospechoso terrorista.
“Por lo que sabemos de los dos parece que el hermano mayor era la cabeza de esta historia”, cuenta Luis Vasquez, un amigo de los hermanos Tsarnaev a la televisión CNN. “Siempre fue el líder, y su hermano lo siguió”. Y el entrenador de boxeo de Tarmelan, John Curran, dijo a la NBC: “El hermano menor seguía al mayor como un perrito”.
A Dzhokhar le encantaba el skateboard, la música rap y las salsas para sandwich. Iba a fiestas, tenía amigos y se sentía bien en su nuevo país, lejos de los conflictos de la región del Caúcaso en la que nació. “Siempre fue un niño agradable”, señala Cam Blauchner, un compañero de clase de octavo curso, a los medios estadounidenses. “Era tímido, pero no extraño. Era un tipo dulce”. Y a nadie le hablaba de su religión. “Ni siquiera sabía que es musulmán”.
Los amigos nunca vieron rezar al estudiante de biología marina y delante de ellos nunca reveló ideas religiosas o islamistas. Dzhokhar llegó desde Kirguistán a Estados Unidos en 2002, cuando tenía ocho años, con su madre, esteticista, y su padre, mecánico de automóviles, con una visa de turista y después logró un permiso de residencia. El 11 de septiembre de 2012 obtuvo la nacionalidad, al contrario que su hermano mayor, que en 2003 llegó al país como refugiado y esperó sin éxito la concesión de la ciudadanía estadounidense, porque el padre volvía a vivir en Rusia.
Tamerlan asumió su papel como el mayor de cuatro hermanos. Según informaciones de amigos, cuidaba de que sus hermanos no perdieran sus raíces chechenas. Él mismo nunca logró la nacionalidad estadounidense y se le conocía también por episodios de violencia machista contra su mujer.
En 2009 el servicio secreto ruso dio la alarma y el FBI accedió a estudiar sus tendencias radicales, porque se temía que pudiera unirse a alguna organización clandestina. El FBI lo analizó, sin resultados y la policía federal dejó de buscar cuando el joven volvió e pasado julio de un viaje de seis meses por Rusia. Y pese a que se radicalizó visiblemente, como salió a la luz tras los atentados.
Según la red de periodistas de investigación Pro Publica, Tamerlan colgó varios videos islamistas en su cuenta de YouTube, uno titulado “sacrifico mi vida por la Yihad”. Los investigadores también encontraron instrucciones para fabricar bombas en su cuenta de Internet.
Quizá fuera por influencia de Tarmenlan que Dzhokhan comenzó a ver películas sobre la derrota de musulmanes extremistas en Siria y a colgarlos en las redes sociales, señaló Pro Publica. O quizá fuera casualidad. Hace poco escribió en facebook “Para nosotros es mejor morir en libertad que vivir como esclavos”, junto a un neutral: “Mi religión es el islam”, escrito en ruso.
Vía DPA