Con un balazo en el pecho fue asesinado el arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, el 24 de marzo de 1980, mientras se encontraba celebrando misa en una capilla de la capital salvadoreña. Así desaparecía uno de los símbolos de la justicia social en América Latina.
El asesinato de este religioso -que alimentó la esperanza de los más desfavorecidos de su país con sus apasionados discursos en favor de los pobres y en contra la violencia de los gobiernos militares salvadoreños- fue uno de los acontecimientos que marcó el inicio de una sangrienta guerra civil que dejó más de 70.000 muertos en la nación centroamericana.
En los últimos años, la canonización del arzobispo de San Salvador -que se había iniciado en 1994- se encontraba estancada, entre otros motivos, porque el Vaticano estaba haciendo un examen doctrinal sobre las homilías y escritos de Romero.
Algunos en la Santa Sede no estaban de acuerdo con la cercanía ideológica de Romero con la Teología de la Liberación, ya que, en su opinión, esta suponía un giro peligroso del cristianismo hacia la lucha de clases.
Además, se consideraba que la figura de monseñor Romero causaba demasiadas divisiones en la polarizada sociedad salvadoreña y temían que fuera utilizada con fines políticos.
«El proceso de canonización no estaba bloqueado. Había un impasse de espera. En el Vaticano creían que el tiempo podía aclarar el debate político e ideológico en torno a Romero, de modo que, en el momento que su figura llegara a los altares, lo hiciera de manera desintoxicada», asegura el periodista Andrés Beltramo Álvarez, colaborador de la publicaciónVatican Insider y corresponsal de la agencia Notimex en la Santa Sede.
Según le dijo Beltramo a BBC Mundo, «el retraso en el proceso de beatificación de Monseñor Romero se puede atribuir al análisis que el Vaticano estaba haciendo de algunas de sus homilías y discursos, y de cómo estos escritos estaban vinculados con ciertas personalidades -como el teólogo Jon Sobrino- que, según la Santa Sede, sostienen tesis que contrastan con la doctrina tradicional de la iglesia».
«Luego hay una cuestión política. A lo largo de la historia, tanto en la izquierda como en la derecha, y no solo en El Salvador, sino también en otros países de América Latina, se quiso tomar como bandera la figura del monseñor Romero y por eso el Vaticano, ante esta situación de confrontación ideológica, prefirió esperar».
Ana María Pineda, profesora del departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Santa Clara, en California, coincide en que el retraso en la beatificación de Romero se debe en parte a la división de opiniones que la figura del religioso creaba en la propia sociedad salvadoreña.
«Algunos pensaban que monseñor Romero se había implicado demasiado en política y en la situación que se estaba viviendo en El Salvador en los comienzos de la guerra civil, mientras que otros lo veían como el pastor que se solidarizaba con los más pobres».
Según Pineda, quien es de origen salvadoreño y tuvo la oportunidad de conocer en persona a Romero, esta polarización hizo que el Vaticano adoptara una actitud prudente frente al proceso de beatificación.
Vía BBC