El Gobierno de Japón ha anunciado este viernes la eliminación gradual de la producción de energía nuclear en 30 años.
El anuncio llega 18 meses después del accidente de Fukushima, que provocó el mayor desastre nuclear de los últimos 25 años.
"El Gobierno va a aplicar todas las medidas posibles para llevar la producción nuclear a cero durante la década de 2030", reza el documento del Ejecutivo sobre el nuevo plan energético. La segunda mayor economía de Asia, gran consumidora industrial, se suma así a los países que han decidido dar la espalda al átomo, poco después de las decisiones similares de Alemania, la mayor economía de Europa, y Suiza. Estos tres países tienen en común que han tomado esta opción tras el accidente de marzo del 2011 en la planta de Fukushima.
Creciente sentimiento antinuclear Antes de ese accidente, la energía nuclear representaba en Japón casi el 30% del consumo de electricidad y las autoridades preveían alcanzar el 53% en el 2030. Pero el sentimiento antinuclear ha crecido entre la población y las manifestaciones contra la explotación del átomo se han multiplicado.
El primer ministro, Yoshihiko Noda (centroizquierda), se ha mostrado sensible a ello, en un momento en que la oposición de derecha exige con insistencia unas elecciones anticipadas que deberían celebrarse antes de fin de año y en que las encuestas auguran apuros para el gobernante Partido Democrático.
El documento, vago sobre cómo compensar la pérdida de producción, sí establece tres principios: no se construirán más plantas de energía nuclear, los reactores existentes se apagarán al alcanzar los 40 años de actividad,y las unidades que permanecen paradas solo se pondrán en marcha de nuevo después de una exhaustiva revisión de seguridad.
La factura energética "Muchos japoneses quieren construir una sociedad que no dependa de la energía nuclear", afirma el Gobierno, a pesar de que las compañías energéticas, apoyadas por buena parte del empresariado, exigen a voz de grito volver a poner reactores en servicio. Solo dos de los 50 reactores del país están en funcionamiento.
Muchos permanecen apagados desde Fukushima, mientras que otros se pararon por otros terremotos, muy comunes en Japón, o por tareas de mantenimiento, y no han podido volver a arrancar ante la exigencia de nuevas medidas de seguridad. En mayo y junio llegaron a estar todos fuera de servicio, antes de que el primer ministro diera luz verde para que arrancaran de nuevo dos de ellos en el centro del país.
Para compensar la caída en la generación de energía, las compañías energéticas hacen funcionar sus demás plantas a plena capacidad y el país importa grandes cantidades de hidrocarburos. Estas compras masivas, incluidas las de gas natural licuado, del que Japón es el mayor importador, tienen un gran peso en las cuentas del país y han teñido de rojo su balanza comercial.
A pesar de ello, a principios de agosto, el ministro de Economía, Yukio Edano, apostó por la eliminación gradual de la energía nuclear para "promover el crecimiento, alentar el desarrollo de las energías renovables y mejorar la eficiencia energética”.
Agencias