La lengua castellana despidió el 17 de abril de 2014 a uno de sus mayores representantes en América Latina, Gabriel García Márquez, periodista, escritor, guionista y editor colombiano, cuyo nombre estará siempre relacionado al realismo mágico.
Nacido en Aracataca, Colombia, el 06 de marzo de 1927 bajo el nombre de Gabriel José de la Concordía García Márquez, y conocido por su familiares y amistades como Gabito o Gabo resaltó por su genialidad como escritor y su postura política de izquierda. Quienes lo conocieron de cerca lo describen como un hombre sencillo y bueno.
Para Gabo, el valor de la amistad era una de las cosas más preciadas que tenía, e incluso llegó a decir en una oportunidad que “en este mundo no hay Premio Nobel que valga más que mis amigos”.
En un artículo publicado en la revista Semana, luego de su muerte, Gerald Martín describe su trayectoria en dos palabras: “Poder y amor”.
Al analizar su vida y su obra, la descripción de Martín queda cada vez más clara. Desde sus inicios como cuentista, Gabriel García Márquez mostró el gran talento que tenía para relacionarse con personas influyentes. Asimismo, su amor por Mercedes Barcha, su esposa, fue su principal pilar en la construcción de tantas historias.
Amo de la amistad y el poder
Hombre de gran corazón descrito por su hermano Jaime García Márquez “como el ser más generoso”, no dejó nunca a sus amigos y familia de lado. Fue amigo de grandes escritores de la altura de Julio Cortazar, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa; y políticos de la talla de Fidel Castro, Bill Clinton y Carlos Andrés Pérez.
García Márquez estaba obsesionado y fascinado por las personalidades y el poder, por lo que siempre buscó su cercanía. Un ejemplo de eso es su amistad con Castro, aunque el mismo Gabo sostenía que “la persona que de verdad le habla al oído a Fidel Castro es Mercedes”, su esposa.
La huella del fantasma
“Cien años de soledad”, su novela cumbre, no solo lo llevó a recibir el máximo galardón de la literatura (el Nobel), sino que lo inmortalizó en el tiempo.
En una especie de predicción fugaz, como si estuviese dentro de ese relato, Márquez despide a su personaje más querido, Úrsula Iguarán, al igual que el mundo lo despidió a él un Jueves Santo, día que el tiempo se detuvo, y su huella se estampó para siempre, como el legado fantasmal de cada uno de sus escritos.
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