Más de mil personas perdieron la vida en sólo en mes de mayo en medio de la violencia que se vive en Irak.
Las cifras reveladas este sábado hablan de 1.045 personas fallecidas, un total que sobrepasa a las 712 que murieron en abril y que representa el peor en récord desde junio de 2008.
En su mayoría, las víctimas fueron civiles, habitantes desprevenidos de la capital, Bagdad.
«Mi amigo Karim sólo fue a comprarse un té», le contó Kalifa, un desconsolado hombre, a uno de los corresponsales de la BBC en esa ciudad Aleem Maqbool.
«Un auto que se estacionó cerca explotó».
Kalifa corrió hacia donde estaba su amigo pero lo encontró muerto.
«Era un mi buen amigo. Tenía siete hijas. ¿Qué van a hacer? Había tanta gente que lo quería».
Las estadísticas difundidas confirman lo que ya se sabía: Irak está viviendo el peor período de violencia en casi cinco años, pero ¿qué está pasando y porqué ahora?
Más que una guerra civil
El enviado especial de la ONU en Irak advirtió el jueves pasado que «la violencia sistemática explotará en cualquier momento si todos los líderes iraquíes no se ponen inmediatamente en la tarea de alejar al país de ese caos».
El gobierno iraquí alega que los factores principales que han llevado al país a esta situación son externos.
«Es claro que lo que está pasando en Siria tiene un impacto en Irak», afirma Sami al Askari, miembro del parlamento y cercano asesor del primer ministro Nouri al Maliki.
«Particularmente debido a que el problema en Siria se está tornando en una guerra civil sectaria entre el régimen alauita y chiíta contra la mayoría sunita», interpreta.
Askari, un chiíta, también le habla a la BBC de la presencia de grupos militantes sunitas vinculados a al Qaeda en Siria que entran y salen del vecino Irak.
«En las provincias del occidente iraquí, la mayoría de la población es sunita, así que esas áreas pueden convertirse en santuarios para esos grupos».
Lo que Askari no menciona es que combatientes chiítas también están cruzando la frontera entre Siria e Irak para luchar con las fuerzas del presidente Bashar al Assad.
En las áreas chiítas de Bagdad, hay pancartas honrando a los combatientes chiítas que han muerto en Siria.
Después de Saddam
«Una ‘guerra civil’ es una secta contra otra, pero esto es más que eso», opina un hombre que no quiere ser identificado pero que recluta y entrena combatientes chiítas en Irak antes de mandarlos a Siria.
«Cuando alguien ataca tus principios, hay que defenderlos», dice.
No obstante, Siria no es la única razón por la que los iraquíes están hablando nuevamente de la posibilidad de una guerra civil e incluso de la división de su país.
«Los problemas principales están adentro de Irak: son los iraquíes mismos y sus líderes», afirma Hana Edward, una activista iraquí que hizo campaña contra los abusos a los derechos humanos en la época de Saddam Hussein, quien le dice a la BBC que ha tenido que continuar con su labor.
«Después de que Saddam se fue, estábamos emocionados con la libertad y con ganas de disfrutar nuestros derechos humanos, pero desafortunadamente no es así y hay serias violaciones», asegura.
«Nuestros líderes tienen una mentalidad de exclusión y totalitarismo. El régimen iraquí está convirtiéndose en una nueva dictadura», sentencia.
Y muchos sunitas sienten que el gobierno liderado por chiítas los persigue, invirtiendo la situación que se daba durante el gobierno de Hussein.
«Hecho por los políticos»
«Era la 1:30 de la mañana cuando vinieron por él», recuerda Najam Aboud, de un área sunita en el norte de Bagdad. Su hijo, Omar, fue detenido hace dos años.
«Durante 13 días lo torturaron con choques eléctricos y colgándolo de las muñecas».
Dice que además lo amarraron desnudo en la fría intemperie y le tiraron agua hasta que confesó haber planeado ataques contra chiítas.
«Se rieron y le dijeron: ‘tu nombre es Omar, un nombre sunita, y ese es uno de tus crímenes'».
Aboud tiene dos hijas casadas con chiítas y asegura que incluso después de que arrestaron a Omar no ha habido ninguna tensión sectaria en la familia.
«Los problemas entre los chiítas y los sunitas son hechos por los políticos, no por el pueblo», opina.
Es un punto de vista que el periodista de la BBC escucha una y otra vez, incluso después de los más sangrientos atentados.
Organizaciones humanitarias como Human Rights Watch le confirmaron al corresponsal que casos como el de Omar, en los que sunitas son detenidos sin ser juzgados, son extremamente comunes.
En la mente
No obstante, aunque Askari -el asesor del primer ministro de Irak- admite que hay algunos asuntos que solucionar, insiste en que los problemas de la minoría sunita están en la mente.
«Psicológicamente, es muy difícil para muchos sunitas aceptar la nueva realidad. Solían ser los líderes, y los chiítas y kurdos, los seguidores. Pero ya no puede ser así», señala.
El corresponsal de la BBC en Bagdad Rami Ruhayem señala que si bien la violencia de estos meses ha sido vinculada a una confrontación entre la minoría sunita contra el nuevo orden, dominado por los chiítas e instalado tras la invasión liderada por Estados Unidos hace 10 años, los ataques parecen contar una historia distinta.
Hay días en los que las áreas chiítas en Bagdad parecen ser el blanco principal, mientras que otros días, las áreas sunitas afuera de la capital sufren la mayoría de las explosiones.
Dadas las desavenencias sectarias en toda la región, Irak parece muy vulnerable a una crisis social de proporciones desastrosas, señala Maqbool.
Lo que se preguntan los iraquíes es porqué no existe la urgencia -en su país y afuera- de evitar que se deteriore más la situación, cuando ya hay tantos muriendo.