Este jueves, el concurrido paseo comercial Florida, en Buenos Aires, estaba más caliente de lo habitual. Y no sólo por las altísimas temperaturas de la ciudad, donde el termómetro llegó a marcar cerca de 40 grados. Los ánimos estaban igual de caldeados.
Esta fue la jornada en la que el peso argentino sufrió su peor devaluación desde hace más de una década.
El dólar oficial, que el lunes había comenzado la semana con una cotización de 6,84 pesos, alcanzó un máximo de 8,50.
A primera hora de la mañana, el jefe de gabinete de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Jorge Capitanich, había adjudicado esta caída a las leyes del libre mercado, la oferta y la demanda.
La devaluación de la moneda «no fue producida por el Estado», según Capitanich, quien admitió que en la jornada del miércoles, cuando empezó a registrarse la profunda caída, el Banco Central de la República Argentina decidió no intervenir comprando o vendiendo dólares, contrariamente a la que había sido su política desde hace meses.
Finalmente, el dólar cerró a 7,5 pesos (valor de referencia del emisor) el jueves después de que el Banco interviniera con ventas de unos US$100 millones.
«La política del Banco Central fue de flotación administrada del tipo de cambio y cuando se entendió que el precio no era el adecuado se decidió intervenir”, según informó la agencia oficial de noticias, Télam, citando a fuentes del gobierno y de la city porteña.
¿Pero, a qué se debe esta devaluación, la mayor desde marzo de 2002, cuando Argentina empezaba a salir de su gran crisis?
En el gobierno no hay funcionarios que atribuyan abiertamente este escenario a un cambio en la política de intervención en el mercado de divisas, y se sigue argumentando que fueron los inversores quienes provocaron la caída.
Mientras, un diario oficialista culpaba esta tarde a un conocido empresario argentino de haber elevado la cotización del dólar comprando moneda extranjera a precio elevado a varios bancos internacionales.
Los efectos
La situación no es tan dramática como en 2001 y muy pocos anticipan un cataclismo como aquel.
De hecho el gobierno confía en que la próxima cosecha de soja y cereales en los próximos meses pueda dar un respiro a la economía ingresando más dólares y potenciando las exportaciones.
Pero por ahora la caída del peso se observa con atención en un país donde la cotización de la divisa extranjera todavía condiciona diversos sectores, desde el agropecuario al inmobiliario.
Con el dólar por las nubes, los importadores nacionales podrían verse obligados a elevar los precios de sus productos en un país donde la inflación alcanzará este año un 30% -según las cifras oficiales, la tasa de inflación es de un 10%, pero el gobierno ha sido criticado dentro y fuera del país por no ofrecer estadísticas confiables-.
Según medios argentinos, algunas operaciones comerciales se suspendieron a causa de la devaluación, como la compra de paquetes turísticos.
No sólo ellos. El mercado inmobiliario argentino se rige todavía en gran parte por la cotización del dólar. A pesar de los intentos del gobierno por “pesificar” el sector, muchas compras y alquileres de viviendas se rigen por el billete verde.
En otras palabras, el que hace un año pagaba 3.000 pesos por un departamento con la renta fijada en US$500 ahora pagará 4.000.
En busca de dólares
Mientras, las reservas de Argentina en dólares y otras monedas fuertes descendieron el año pasado un 30%, hasta llegar a los US$29.858 millones, niveles no vistos desde hace siete años.
Aunque el ejecutivo asegura que se trata de un resultado natural del proceso de desendeudamiento que el país arrastra desde el colapso de la economía en 2001, las medidas adoptadas en los últimos años se han enfocado en evitar un descenso aún mayor de sus reservas y en fomentar el consumo interno.
Estos indicadores, sumados a las restricciones del gobierno a compra de dólares y de productos extranjeros, están mermando la paciencia de los argentinos más críticos con la gestión de la presidenta.
Como Graciela, quien trabaja en una tienda de ropa en una galería del centro de Buenos Aires.
“Tengo que comprar productos importados porque, por culpa de los cortes de energía, los talleres de aquí están sin luz para fabricar y mientras mi alquiler se fue a las nubes”, le dice a BBC Mundo.
O Carlos, un agente de viajes.
“Es un absurdo en el mundo. No sólo genera desconfianza en inversores de Estados Unidos o en Europa. Los vecinos brasileños, uruguayos, chilenos, no saben cómo equilibrar este problema que ha traído la Argentina”, le cuenta a BBC Mundo.
A la caza del blue
La jornada no sólo fue intensa en el mercado oficial de divisas.
En las oficinas de venta clandestina de dólares, conocidas como cuevas, se vivieron también cotizaciones históricas, con el dólar del mercado negro o blue -como se conoce popularmente- sobrepasando los 13 pesos.
Este jueves, la Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos (Procelac), informó que se realizaron operativos en 15 cuevas de Buenos Aires, en locales registrados como consultoras, joyerías o agencias de viaje, donde secuestraron gran cantidad de divisas y moneda nacional.
A estos lugares acuden especuladores de divisas, pero también argentinos que prefieren convertir sus ahorros a dólares, aunque sea pagando altos precios -la venta de moneda extranjera para ahorrar no está permitida por la vía legal-.
Lo hacen porque no confían en su moneda. O por temor a que la economía nacional se ponga al rojo vivo.
Vía BBC Mundo