
La espera termina y los fanáticos pueden sentarse frente a la pantalla de su televisor o dispositivo tecnológico de su preferencia y ver lo que el destino le tiene preparado al grupo de atracadores liderado por El profesor en La casa de papel 4. Pero retomar el ritmo no será fácil.
Advertencia: Si usted es una persona susceptible, impresionable de cualquier frase porque lo considera spoiler, abandone esta lectura.
En esta oportunidad, el creador de la serie de Netflix, Alex Piña, y su combo de guionistas prepararon un brebaje que intenta revivir la fórmula que tanto éxito le dio en su primera temporada. La diferencia es que en aquella ocasión, la historia -a pesar de lo conquistado por la exitosa saga Ocean Eleven en 1960- resultó ser novedosa, con personajes irreverentes y llamativos, envuelta en un paquete atractivo que incluyó máscaras de Salvador Dalí y situaciones inesperadas.
En la cuarta parte de La casa de papel la emoción no llega de una. ¿La razón? Durante los primeros cuatro capítulos de la cuarta parte, los espectadores verán como la velocidad transcurre lentamente, al tiempo que la suerte le cambia a sus protagonistas, así como también, observarán cómo algunos de los personajes neurálgicos de la historia se transforman ante sus ojos. Habrá que tener paciencia.
Quizás una de las metamorfosis más notorias es la que sufre El profesor (Álvaro Morte). A lo largo de tres temporadas, los fanáticos de la serie estuvieron acostumbrados a la figura académica casi matemática del cerebro detrás de los asaltos, bien fuese que la idea fuera suya o de su hermano, el fallecido Berlín (Pedro Alonso); de vuelta nuevamente gracias a la magia de los constantes flashbacks, incluso un capítulo entero. Pero en esta oportunidad, quien mira se encontrara frente a un líder que es constantemente cuestionado y al que el amor lo saca de su centro. Usted deseará que La inspectora Murillo, ahora Lisboa (Itziar Ituño) no se cruzara nunca en su camino.
Otros de los papeles que muestran facetas distintas son: Río (Miguel Herrán), quien deja de ser el muchacho alegre que se vio en temporadas anteriores para mostrar las huellas dejadas por la tortura; Denver (Jaime Lorente), quien exhibe una agresividad fuera de control; y Arturo (Enrique Arce) le enseñara su peor lado a la audiencia, un guiño de sus autores a la época que vio el encarcelamiento de Harvey Weinstein tras haber sido declarado culpable de violación y demás abusos sexuales. Esto, mientras Marsella (Luka Peroš) y Manila (Manila) incursionan en la trama, una ciudad de manera más brillante que la otra.
Pues sí, ahora la pandilla de El profesor luce dividida y nerviosa y ese será su talón de Aquiles. Las peleas entre Tokio y Palermo harán el aire irrespirable y usted, impotente, verá como se cometen centenares de errores, uno tras otro sin que un liderazgo firme se imponga y haga volver la cordura. Las fricciones provocaran que el mejor amigo de Berlín tome medidas desesperadas que irán en detrimento del plan y de la sanidad de las relaciones dentro del Banco de España. En el ínterin, Lisboa será capturada por sus antiguos jefes; Gandía, jefe de seguridad del Banco de España, ejecutará un feroz plan de venganza; y la inspectora Alicia Sierra (Najwa Nimri) no se quedará tranquila hasta atrapar al profesor.
Los guionistas se compadecen de las ansias de acción de quien ve a partir del capítulo cinco. A ratos, la cuarta temporada de La casa de papel sabe como una sopa sabrosa, a la que por el deseo de alargarla se le echó más agua de la cuenta. No faltarán las lágrimas ni las despedidas poco deseadas. Mientras el brote del coronavirus pasa y la medicina encuentra la vacuna a la pandemia, será recomendable tener presentes las palabras de la acertada Nairobi: «Coge el miedo de la mano y a seguir viviendo porque hay que vivir, señores. Hay que vivir hasta el final».
PD: Da la impresión que en este relato español no hay espacio para un personaje llamado Caracas. Sus creadores se lo pierden. ¡Se llevarían cada sorpresa! @yolimer