La muerte de un ser querido se vive con un impacto inicial en un primer momento, sin embargo, la curación emocional y la adaptación a la nueva situación, no se produce de forma rápida.
Existe un proceso que puede ser mayor o menor dependiendo de cada caso, del carácter del niño, del modo en el que ha procesado esa información, de su edad, del vínculo que tenía con el familiar desaparecido y también, del entorno.
En este sentido, los padres ejercen una clara influencia en el proceso de acompañamiento y de seguimiento del mundo emocional del niño. A la hora de dar la noticia de la pérdida al niño, es mejor utilizar pocas palabras, no extenderte en detalles para hablarle directamente al alma.
Por otra parte, para evitar el sentimiento de soledad en el niño, háblele desde el nosotros. De esta forma, sentirá que está protegido más allá del vacío al que va a tener que hacer frente. También es positivo hablar de este tema en un ambiente privado, por ejemplo, el hogar.
Por otro lado, a la hora de ayudar a su hijo en un proceso de duelo, no puede descuidarse usted mismo como padre.
En primer lugar, debe buscar su propio bienestar para poder velar por el bienestar del niño. Tenga en cuenta que nadie da lo que no tiene, es decir, es difícil que pueda generar confianza y tranquilidad, si usted mismo está ansioso.
Por ello, elabore su propio proceso interno, tenga una vida activa, hable de sus sentimientos con sus seres queridos, escriba en un diario los recuerdos bonitos que guardas del familiar desaparecido…
En el núcleo familiar existe un riesgo cuando muere un ser querido. Que cada persona viva su dolor de forma individual y aislada por no querer preocupar a los demás. Es indispensable compartir sentimientos a través de la comunicación y también, hablar del familiar con total normalidad en la rutina. Por ejemplo, es posible seguir contando anécdotas de su vida, ver sus fotografías y colocar alguna de ellas en un lugar destacado de la casa para que esté presente.
Intente enmarcar la muerte en un contexto más espiritual. No se trata de vincularlo con el plano religioso ya que no todo el mundo es creyente, sino de ayudarle a su hijo a reflexionar sobre la posibilidad de un más allá.
Intente estar muy atento a los cambios que se producen en el niño tras la muerte de un ser querido, porque dichos cambios, por ejemplo, disminución en el rendimiento académico, pueden estar producidos por la tristeza.
Vía elbloginfantil/PNL.net