
Una profunda investigación publicada por el catedrático Rafael Da Silva Oliveira demuestra cuáles son las rutas de tráfico y las redes de prostitución más escandalosas al sur del país. Jóvenes menores de edad son sacadas hacia Holanda y España a través de la isla de Margarita.
Redes de prostitución entre Brasil y Venezuela han logrado establecer una ruta expedita para explotar y llevar a esclavas sexuales hacia Europa. Así ha reflejado una amplia investigación del catedrático Rafael Da Silva Oliveira, especialista brasileño en el área de fronteras en la revista especializada de sociología “Espacio Abierto” de la Universidad del Zulia.
Datos impactantes del estudio:“redes de prostitución y tráfico de mujeres en la Frontera Brasil-Venezuela por las Carreteras BR-174 y Troncal 10”, señalan que mujeres adultas y jóvenes menores de edad han sido trasladadas a través de miles de kilómetros entre Brasil y Venezuela hasta llegar a la isla de Margarita, desde donde toman su pase final hacia Holanda o España.
Y el más polémico de los resultados es que el tráfico de esclavas sexuales se da a plena luz y sin obstáculos por la gran Troncal 10, que empalma al estado Bolívar con la carretera BR-174 de Brasil. Aquí, asegura Oliveira, no existe ningún tipo de control y las redes de trata de personas campean a sus anchas.
“Mujeres brasileñas son contrabandeadas sin pasaporte o con documentos falsificados en dirección a Venezuela, República Cooperativista de Guayana y Suriname, por las carreteras, aeropuertos y barcos. Durante el trayecto, para trabajar en el mercado del sexo, realizan diversas paradas temporales, desde las capitales hasta las principales ciudades de los otros países, permaneciendo ciudades mineras y turísticas, hasta alcanzar su destino final: Europa, sobre todo Portugal, España y Holanda”.
Manaus, capital del estado Amazonas, en Brasil, es el principal centro de búsqueda de mujeres para convertirlas en esclavas sexuales. Según cuenta Oliveira, los hombres encargados de localizarlas ofrecen éxito y dinero en buenos trabajos, pero pronto se dan cuenta que todo ha sido un engaño y ahora deben ofrecer sexo para pagar un viaje que muchas veces no llega.
“La fama de la frágil frontera entre los dos países facilita el sueño de conseguir mejores oportunidades financieras y llegar a su destino principal (Europa), lo que acaba siendo un significativo factor de atracción de jóvenes que son atraídas por agentes de la red de tráfico”, apunta el investigador.
Las mujeres, ya controladas por las redes de prostitución, hacen largas paradas en cuatro ciudades de Brasil antes de llegar a suelo venezolano. Rorainópolis, Caracaraí, Boa Vista y Pacaraima, todas conectadas por la carretera BR-174. En cada localidad las chicas son utilizadas como carnadas sexuales para atraer a camioneros y viajeros a los night clubs, negocios que predominan tales ciudades.
La llegada a Venezuela
Cuando llegan a Pacaraima, los agentes de las redes y las mujeres se preparan para pasar a Venezuela. Transitan tranquilos entre la BR-174 y se internan sin dificultades en la Troncal 10. El viaje no dura más de 10 minutos, y así entonces se establece un dramático puente de tráfico.
El mismo Oliveira asegura que el tráfico no solo es de mujeres en este punto, sino también de combustible. “Pueblos enteros viven de ello”.
“Las casas nocturnas y prostíbulos que presentan striptease y otros tipos de “entretenimiento” son comunes en Pacaraima y Santa Elena de Uairén que atienden sobretodo turistas y camioneros. En Santa Elena de Uairén (Venezuela) la prostitución es más cerrada que en Pacaraima, siendo en la gran mayoría mujeres brasileñas”, subraya la investigación.
Pero desde Santa Elena de Uairén empieza la ruta hacia otras ciudades y con las mismas fallas de control sobre las mujeres esclavizadas por las redes de prostitución.
“Santa Elena de Uairén es apenas la primera ciudad entre tantas otras ubicadas a lo largo de la carretera Troncal 10 que tienen diversos centros marcados por la existencia de burdeles y night clubs, caracterizados como locales donde ocurre la actuación de la red del tráfico de mujeres – entre ellas destacamos Km. 88, El Callao, El Dorado, Tumeremo, Puerto Ordaz, Puerto de la Cruz y Margarita”.
En esos trayectos las mujeres son obligadas a atender casi exclusivamente a mineros. Ya en ciudades más desarrolladas como Puerto Ordaz y Puerto La Cruz sus servicios son más abiertos y pueden prestarlos a turistas y empresarios.
Y Oliveira apunta que el venezolano conocedor de tal realidad siempre prefiere el sexo con brasileñas y colombianas.
“La gran presencia de las brasileñas que actúan en Venezuela puede ser identificada por el turista mismo por medio de los anuncios de los periódicos locales, sin realizar una visita a los night clubs. En los periódicos que presenta noticias sobre el Estado Bolívar como, por ejemplo, el Diario Independiente Nueva Prensa de Guayana el término chicas brasileñas aparece con frecuencia, los taxistas entrevistados afirman que en Venezuela las brasileñas y después, las colombianas son las más procuradas por los venezolanos y turistas”, señala.
La investigación ha resaltado que muchas de esas chicas brasileñas ya tienen años laborando en Venezuela en las ciudades anteriormente nombradas, sin ningún tipo de ayuda o las autoridades que bien conocen la situación. Viven en casas dispuestas por los mismos jefes de las redes de prostitución binacional y son humilladas en clubes nocturnos.
En muchos casos el viaje de sus sueños nunca llega a la isla de Margarita por su condición de esclavas.
La investigación llama a establecer controles inmediatos y profundizar investigaciones para desmontar las redes de trata.
“Esperamos que otras investigaciones, iniciativas y acciones afirmativas para sumarse a los esfuerzos en el combate al tráfico de las mujeres, niños y adolescentes que sufren del abuso referido, contribuyendo así con la discusión y comprensión a respecto de este preocupante fenómeno mundial”, concluyó Oliveira.
Por Carlos Moreno