Hugo Chávez murió y las próximas elecciones en Venezuela serán el 14 de abril, así lo informó el CNE hoy. A cinco meses de la más reciente contienda por Miraflores, el país, en medio de una conmoción, se encuentra expectante sobre lo que será una campaña relámpago, la primera en su naturaleza.
El chavismo ha perdido a su líder fundamental, uno que fulminó a cuanto candidato se le paró en frente desde que llegó a la Presidencia en 1998. Mientras, la oposición luce aún desgajada en lo nacional y Capriles, su aglutinador más reciente, ha dicho que saldrá a fusionarla de nuevo. Ambos escenarios resumen carrera y más aún, estrategia.
El candidato único, designado por Chávez el 8 de diciembre pasado es Nicolás Maduro, y así lo reconfirmó el canciller Elías Jaua y el pleno del Partido Socialista Unido de Venezuela. Difícil pensar que alguien dentro de las filas socialistas reniegue de la decisión del líder fundador, una petición que hizo igualemente con tono de deseo. Su último deseo expresado públicamente.
Chávez resultó reelecto en la Presidencia de la República el 7 de octubre pasado con 8 millones 191 mil 132 votos a su favor, el caudal más grande que consiguió en todas las contiendas que enfrentó. Siempre soñó con los 10 millones, pero la cifra resultó inalcasable, aún así, no perdía.
El gran reto de Maduro será conservar ese mar de electores. Aplican aquí varios eventos su favor. La propia reelección de Chávez que lo terminó por oxigenar tras 14 años en el poder, un lapso que degradaría a cualquier mandatario nacional, pero que para el fallecido líder sirvió de relegitimación absoluta con la mayoría de los venezolanos.
También debe tomarse en cuenta la reconfiguración del mapa político del 16 de diciembre con las elecciones regionales. 20 estados, de los 23, fueron ganados por el chavismo, lo que resumió una demoledora situación para la oposición.
Y agréguese a esto el impacto sentimental que deja en los seguidores del Socialismo la pérdida de Hugo Chávez. A Maduro le han jurado lealtad plena y apoyo y se le ve desde diciembre pasado como el «Delfín» que ungió el líder, el escogido e indicado para seguir con la tarea.
Las conexiones con Hugo Chávez han sido calificadas como «religiosas», el matemático Oscar Schemel, de Hinterlaces, las ha perfilado así tras largos estudios de campo. «Él se convirtió en un líder religioso».
Y la percepción no dista mucho de lo escrito por Luis Vicente León, de Datanalisis: «La conexión y las emociones con Chávez son fuertes y su popularidad es relevante», ha dicho.
El peso de lo sentimental tendrá efectivamente una cabida importante en la campaña que ya comenzó.
Si la enfermedad de Chávez lo sacó intempestivamente de la arena y de los medios desde el 8 de diciembre pasado y aún así logró llevar a la mayoría de los gobernadores aliados al poder 8 días después, ahora, fallecido a los 58 años de edad, y elevado como una especie de deidad mundial, prócer nacional y «segundo libertador», sería absolutamente descabelleado pensar que su imagen no cohesionará al chavismo y volcará el apoyo hacia el terrenal (Maduro) tocado por él.
En la otra esquina
Del otro lado está Henrique Capriles Radonski, el rostro que más ha hecho crecer a la oposición nacional. Logró en las presidenciales de 2012 6 millones 591 mil 304 votos, el que más se acercó a Chávez.
Su derrota la aceptó abiertamente, pero salió de la contienda como un asentado líder que cautivó plenamente a los contrarios del Gobierno, y aunque no alcanzó la victoria, armó el difícil rompecabezas opositor. Volvió victorioso a ganar la Gobernación de Miranda en donde sí pudo derrotar a uno de los preferidos de Chávez, Elías Jaua.
Hoy ha dicho que saldrá de nuevo a unir a la oposición. La Mesa de la Unidad no luce tan firme como en 2012. Fracturas internas han salido a luz, diferencias políticas y de estrategia han hallado un nicho que se vuelve peligrosamente profundo para ellos. La derrota de Capriles y la más aplastante en las regionales, evidentemente producto de la primera en parte, terminaron por fragmentar y generar cuestionamiento sobre las autoridades que manejaron a la MUD durante esas dos contiendas.
Pero desde ya el nombre de Capriles suena como el único que merece ir a batallar por la Presidencia. Un diezmado Copei y un AD que mantiene su cuota de poder electoral piden que así sea.
El mismo Henri Falcón, gobernador de Lara, ha dicho que el candidato natural es y será Henrique Capriles Radonski, «Ratifico mi compromiso». Y así otros más de la MUD han expresado el consenso en torno a la figura de «El flaco».
Su tarea no es menos difícil que la de Maduro, y sin equivocaciones, su desventaja es enormemente mayor. No sólo tiene que unificar de nuevo a la oposición que quedó en cama tras el bombardeo electoral del 7 de octubre y el 16 de diciembre, sino que también tiene que levantar el ánimo a los electores contrarios al chavismo que, aúnque pidió dejaran el guayabo atrás, las regionales terminaron por redoblarlo.
En la esquina del Gobierno Maduro debe lograr endosarse lo que su líder. Tiene el poder del Estado y el juramento de apoyo del partido y los votantes, pero Chávez no está. Tendrá que subir la cuesta de lo emocional y para ello Chávez estará más presente que la misma cara de Maduro. Chávez será su campaña, su convocador.
Capriles, por su parte, tendrá nada más y nada menos que recomponer a la MUD, levantarle nuevamente la imagen, sacar del guayabo a la oposición que ve crecido al chavismo, incluso, con la muerte de Chávez. No podrá confiar en una debilidad del chavismo sin chávez porque la tesis ya está caduca.
Y para ello hay solo 30 días…
Redacción/Carlos Moreno
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