
Chris Redfern, jefe del partido Demócrata en Ohio, es como un Ken altivo. Su peinado, el suéter, el look: perfectamente acomodados. Su verbo, sus respuestas, el lenguaje corporal -de quien contesta pavoneando la mirada en el vacío y con cejas levantadas-: petulancia pura. Pero es que se siente confiado de sobra.
Lo aparenta y, sí, lo testifica: «Prefiero ser nosotros que ellos. Ellos no tienen esto», dice en referencia a sus oponentes republicanos, sosteniendo en el aire dos hojas con cientos de nombres y datos remarcados entre cuadros de colores.
Esas láminas le permiten inducir por quién votará cada elector. Sí, cada uno de los 7,7 millones de votantes de Ohio. ¿Imposible? No.
Lo logran cruzando información de acceso público: dónde viven; en qué trabajan y cuánto ganan; su religión; su etnicidad; con quién están casados; cuántos hijos tienen; cuánto deben de la hipoteca de la vivienda; cuántas veces ha votado; el récord político de sus abuelos y padres; a qué club, iglesia u organización asisten… lo saben prácticamente todo.
«Miramos en el contexto de toda tu historia de votante, de tu perfil, para determinar promedios y conclusiones. Si has votado en más elecciones primarias democráticas que republicanas desde 1998, voy a considerarte como alguien que se inclina hacia mí, por ejemplo.
Y todos los días monitoreamos si votaron, si no lo han hecho y por qué no lo han hecho».Técnica sofisticadaSetecientos cincuenta empleados del partido azul, respaldados por al menos 10 mil voluntarios, concretan una técnica bautizada como micro-targetting o micro-marcaje.
Todo elector es «modelado». Lo perfilan en una escala del 1 al 100, siendo el 1 alguien que jamás votará por tu candidato y el 100 un enamorado de él. Condado a condado, votante a votante, los «marcan».
Son una especie de listas Tascón o Maisanta, esos mecanismos que desde 2004 emplea el chavismo en Venezuela para «fichar» a empleados públicos y ciudadanos en general para saber si están con «la revolución».
Pero en EEUU no se trata de pasar facturas. La intención es precisar cómo contactar a la gente para inducirlo a su favor. Por teléfono, por internet, con una visita presencial en sus hogares.
Así les es más fácil saber con qué tipo de mensaje persuadirlo. Por ejemplo, si el padre de una familia de cuatro gusta de las carreras de Nascar, es graduado universitario y está suscrito a ofertas por internet, recibirá un mensaje distinto al de su esposa, ama de casa y madre de dos niños.
Todos son «objetivos» distintos.Los republicanos, a pesar de la confianza desmedida de Redfern, también la practican desde elecciones pasadas. «Si los votantes supieran cuánta información tenemos de ellos, se molestarían.
Todos tenemos ese sistema», admite Eric Burkland, del partido del elefante, un hombre trajeado, alto y de pelo cenizo por sus setenta y tantos años, de papada profusa.
Su organización posee hasta 60 millones de «piezas» sobre los electores.»Caza» de votosEl marcaje «uno a uno» les ha servido a los rojos para realizar 3,5 millones de llamadas a votantes de Ohio para convencerlos por Romney.
No se desalientan por su efectividad -de ellas, solo 22 por ciento las contestan en buena lid; el 78 por ciento restante «no completan» la conexión-.También han realizado 1,5 millones de visitas a hogares.
Es un listado «mágico» que sirve para «cazar» votantes, para saber quiénes han votado de forma anticipada -en Ohio hay chande de sufragar hasta 35 días de la elección-.
Les es útil para tener idea de quién no ha votado y posiblemente por qué no. Con él pueden rastrear cada voto hasta el último minuto.Y esa data es, en manos de demócratas y republicanos, como el mapa de guerra sobre la mesa de un general.
Redfern habla como uno, de hecho. Con su lista identifica sus «objetivos». Gracias a su inventario de votantes registra en tiempo real a quienes necesitan de su «ejército» de abogados y voluntarios.
Su táctica, la de todos los partidos realmente, es una acción agresiva. Pero no se avergüenzan ni mucho menos.
Lo justifican: «Cada voto cuenta», razona el líder demócrata, golpeteando las hojas que tiene en su mano. Son un catálogo electoralmente omnipotente. Tan todopoderoso como invasivo.1,6 millones de votos anticipados se habían registrado en Ohio hasta el jueves.
En lo provisional está la clave
En EEUU cada votante debe estar registrado en su localidad. Si no lo está, puede sufragar en papeletas provisionales. Si solicitó una boleta para voto anticipado pero no la llenó y acudió a un centro electoral, también su voto es marcado como provisional.
El epicentro de la batalla electoral de Ohio, donde se espera un margen estrecho entre Romney y Obama, serán esas boletas. Los partidos las impugnan hasta 10 días después de las elecciones. En Florida, se desestimaron en 2000 hasta 14 mil de ese tipo de papeleta.
Vía Diario La Verdad/Gustavo Ocando Alex, enviado especial