El ‘big wall’ es la modalidad más extrema de la escalada. Sus practicantes trepan paredes de más de cien metros que les llevan varios días, durante los cuales viven colgados de la roca.
Las manos, eternamente empolvadas de magnesio para agarrarse a la roca, están machacadas. Y los dedos, hinchados y deformados, están endurecidos por heridas y varias capas de piel muy curtida. «Mira que callos», todos los escaladores presumen de sus dedos. Son la identificación de todo escalador, formadas por los golpes y la fuerza contra la roca.
Existen varios tipos de escalada. El ‘big wall’ consiste en subir paredes verticales de varios cientos de metros. Quizás sea la modalidad más salvaje de uno de los deportes más duros. Los escaladores de ´big wall’ pasan días e incluso semanas viviendo en las paredes escarpadas hasta llegar a las cimas. Escalan, comen, van al baño y duermen en la roca.
Cama, cocina y baño
Pero, ¿cómo se “descansa” y se duerme en una pared vertical a más de cien metros del suelo? Una hamaca de apenas tres metros cuadrados, colgada de la roca por la parte superior y cuyo suelo se suspende en el aire, les sirve para poder relajar los músculos y despegarse de la pared.
El escalador Chris McNamara, en su libro ‘How to big wall’, da varios consejos sobre las claves de esta modalidad. «Coge un bote de pintura de cinco galones (19 litros), improvisa un sistema de arnés y defeca directamente en el cubo o en bolsas para después almacenarlas en el cubo. Pierde la tapa y estarás ‘jodido’».
Respecto a la comida, «en una pared todo sabe genial. A la hora de cenar siempre me sorprendo de lo bueno que está el chili frío con pan. Yo nunca llevo camping gas para ahorrar peso y molestia», escribe McNamara.
En su aventura escalan día y noche con un desgaste físico inhumano. Cualquier saliente de la roca del tamaño de un garbanzo les sirve para clavar sus yemas, levantar todo su peso y seguir trepando la pared.
Miedo y adicción
«Las tormentas y no estar preparado para superarlas es la primera razón por la que los escaladores mueren en las paredes», advierte McNamara. Y retirarse a la mitad de una pared no es fácil. «Manejar la bestia (macuto) haciendo rapel es difícil y nada divertido», concluye.
El miedo. Muchos lo han sufrido pero la dura preparación mental les permite superarlo. Tommy Caldwell cuenta su experiencia en Kirguizistán a los 21 años, «estaba en una expedición de escalada y fui secuestrado por terroristas islámicos. Fueron seis días sin comida, muy poca agua, muy asustados y con mucho frío. Escapamos porque empuje a nuestro captor por el acantilado. Cualquier experiencia de sufrimiento que he pasado no se puede comparar con esta, así que si estoy sentado en una repisa muy pequeña de una pared de la Patagonia, es sólo un trámite».
Este miedo, e incluso el propio sufrimiento, son algunos de los factores que genera la adicción a las paredes. «Cuando tu piel está magullada, tu vida entera huele como la orina, estás mentalmente agotado, sediento y hambriento, no puedes esperar para tener tierra bajo tus pies. Pero entonces te duchas, comes buena comida, miras el Facebook y unas horas después, no puedes esperar para volver a la pared», escribía Jonathan Siegrist después de su intento fallido junto a Tommy Caldwell y Kevin Jorgeson de escalar el Dawn Wall.
El Dawn Wall, los 900 metros lisos
«El Dawn Wall es la pared más lista y continuamente escarpada de Norteamérica», comentaba Tommy Caldwell. Y es que son 900 metros de pared plana y perpendicular en el Parque Nacional de Yosemite, el paraíso del ‘big wall’.
Para muchos es el ‘big wall’ más duro del mundo. Todavía nadie lo ha conseguido subir y Tommy Caldwell lleva siete años intentando hacerlo por secciones para en un futuro poder encadenarlo desde el suelo hasta la cima.
Los intentos en esta roca sólo se pueden hacer en otoño y primavera. En invierno la nieve lo impide y en verano la roca «suda», haciendo imposible el agarre. Los pocos que lo han intentado han declarado más de una vez que roza lo imposible.
Vía Montañeros de Aragon/www.diariorepublica.com