Como una mujer servicial, amable y cariñosa dedicada a su trabajo como asistente de la jefatura de Recursos Humanos del Hospital Materno Infantil Dr. Manuel Belloso Chacín, ubicado en el municipio San Francisco, fue descrita Rosario Josefina Paz Torres, por por sus amigas y compañeras de labores.
Rosario Paz era una colombiana nacionalizada, de 56 años. Fue asesinada y enterrada en el patio de su casa por su marido; el hombre con quien vivió sus últimos 20 años.
Consternadas por lo ocurrido con “Rosa” contaron cómo descubrieron el terrible femicidio el pasado viernes 31 de enero y que dejó atónitos a los vecinos del sector Villa Rica, de la localidad sureña.
Pasaron 17 días hasta que decidieron acudir a la sede de la Mancomunidad Policial a buscar ayuda.
“Rosario nunca faltaba al trabajo. Era la primera que llegaba a abrir la oficina y la última en irse”, contó afligida su jefa Mónica Leal, acompañada de Lourdes Trujillo, médico ocupacional; Marianela Castillo, Eylyn Morales, Zoraine Pérez, Karina Santoni y Francis Fortoul.
Recordó que notaron extraña su ausencia el miércoles 15 de enero porque “dos días antes, el lunes 13-E, ella se cayó aquí en el hospital y se dio un golpecito en una rodilla. La doctora (Trujillo) la revisó, pero igual dijo que iría al Hospital Noriega Trigo al día siguiente. Pasó el día 15 y empezamos con nuestra inquietud de que algo había pasado porque ella era una persona que a donde iba, avisaba: así fuera a la esquina”.
Su pareja, Edgar Enrique Barrios Medina, de 58 años, quien también laboraba desde hace un año como obrero de mantenimiento en el mismo hospital, les dijo que Rosario se había ido para Maicao.
“Él dijo que la montó en un autobús de La Polar a 20 para las 4:00 de la madrugada del 15 de enero porque se iba para Maicao. Nosotras sabíamos que no era cierto porque ella tenía un transporte que la trasladaba para allá”.
Los días pasaban y “el señor con su cara lavada se apareció y nos dijo que estaba muy preocupado por ella, que fue hasta la morgue a averiguar si Rosario estaba allá y comenzó a llorar, le insistimos, y le dijimos si no sabe usted que es el que duerme con ella, mucho menos nosotras. Acordamos ir el viernes a colocar la denuncia, por supuesto, no apareció”.
El viernes pasado (31 de enero) las amigas decidieron ir hasta su casa en Villa Rica. Unos vecinos se asomaron y les comentaron que tenían días sin verla, porque también era miembro del consejo comunal.
“Fuimos con el asesor legal del hospital y nos dijeron eso”, agregó Leal.
Lo que les dijo Edgar sobre el viaje a Maicao no las terminaba de convencer y fueron a interponer la denuncia de su desaparición ante la Mancomunidad Policial, situada en Sierra Maestra.
“No habíamos ido antes porque nos decían que como no éramos familiares directos no harían nada. Pero, al contrario, los oficiales fueron con nosotras a revisar la casa de Rosario”.
“Al entrar (luego de forzar la cerradura) vimos que estaba su cartera (un koala) que siempre cargaba con toda su documentación y sus tarjetas, así como el par de lentes que usaba. Todo estaba intacto”.
“Nos fuimos con la incertidumbre. Él (Edgar) apareció a la 1:00 de la tarde en su casa. Se quejó porque consiguió la cerradura forzada y fue a denunciar a la misma Mancomunidad que se le habían metido en su casa, pero que no le habían robado. Lo acompañaron a su vivienda y vieron que era el caso de la denuncia de desaparición y lo arrestaron. Le empezaron a preguntar y no soltó prenda hasta el sábado que relató todo lo que le hizo a Rosario”.
Para Leal, “tuvieron una discusión por la casa que ella misma había construido. Era una mujer emprendedora. Antes de entrar a trabajar en el materno se dedicaba al comercio”.
“Rosa” muy poco le hablaba a sus amigas de su vida personal, porque “era muy reservada”.
“En sus papeles le encontramos una orden de alejamiento de hace dos años”, agregó Marianela intuyendo que estaba siendo víctima de violencia de género, pero no lo contó.
Rosario dejó tres varones y una hembra residenciados en Colombia.
No han podido comunicarse con ellos para avisarles el trágico final que tuvo su madre a manos del hombre con el que compartió sus últimos 20 años de vida, y quien se convirtió en su verdugo.
El cuerpo de la trabajadora del materno fue hallado el sábado 1 de febrero por una comisión de la Mancomunidad Policial, luego de la confesión de su marido.
Hasta ahora sus restos permanecen en la morgue forense del Cicpc.
“Según la autopsia murió por asfixia mecánica. No tenemos más detalles por el momento, no sabemos si presentó lesiones. Nosotras queremos enterrarla para que descanse en paz”, comentó Eylyn Morales con rostro entristecido
Vía Panorama/www.diariorepublica.com