Su "Beso" cuelga en miles de salas de estar y su "Adele dorada" adorna desde pastilleros a bolsas para la compra. Gustav Klimt, de cuyo nacimiento se cumplen 150 años el 14 de julio, fue uno de los pintores mejor pagados de su época. A pesar de ello, y de ser supuestamente padre de 14 hijos, el artista austriaco vivió con su madre prácticamente hasta su muerte y no se decidió nunca a casarse.
Nacido en 1862 en las inmediaciones de Viena, Klimt estaba destinado a heredar la profesión de su padre, grabador de oro. Sin embargo, gracias a una beca pudo cumplir su sueño y asistir a una escuela de arte, donde su talento no pasó desapercibido.
Junto a Ernst -uno de sus seis hermanos- y su compañero de estudios Franz Matsch, fundó la "Compañía de Artistas". El proyecto les reportó jugosos encargos con los que Gustav y Ernst pudieron contribuir a la economía familiar.
Gracias a sus conocimientos artísticos y su talento, Klimt consiguió acertar con el gusto mundano de la época, marcado por el historicismo vienés. Todavía en su juventud artística, pintó varios murales del Burgtheater y decoró la escalera del Museo de Historia del Arte de la capital austríaca, y en 1893 recibió el encargo de decorar la universidad.
Al igual que muchos de sus contemporáneos, por aquel entonces Klimt se encontraba también inmerso en la búsqueda de una nueva orientación y organización del arte. Así, en 1897 fue uno de los fundadores de la Secesión Vienesa, movimiento que se oponía a la interpretación tradicional del arte.
El punto álgido de sus diferencias con la concepción académica quedó patente en la llamada disputa de los "cuadros de la facultad". Y es que mientras sus críticas a la ciencia y su bohemia forma de expresión le valieron una medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1900, en Viena generaron numerosas protestas. Pero a pesar de este capítulo, los historiadores del arte no consideran a Klimt como uno de los radicales en la época de ruptura artística del cambio de siglo.
En 1905, el pintor decidió renunciar finalmente al encargo de la universidad y concentrarse en trabajos privados. Sus obras encontraron una muy buena acogida entre la pujante burguesía vienesa. El erotismo de sus retratos de mujeres fue muy apreciado, aunque también desató maliciosos rumores respecto a lo que ocurría en su "atelier".
Durante su "periodo dorado", Klimt consiguió la perfección de su estilo gracias al oro, el brillo y la ornamentación. Pero también vieron la luz obras paisajísticas creadas durante sus estancias en el lago Atter e incursionó en diferentes estilos. Su fusión de planteamientos impresionistas y puntos de vista abstractos cosechó tanto entusiasmo como rechazo.
Para el historiador del arte Alfred Weiding, Klimt fue una personalidad exigente y un artista pragmático, que pudo permitirse concentrarse sólo en los encargos que le interesaban: "Klimt sólo pintaba cuando le apetecía".
Un hombre caprichoso y cómodo, al que no le gustaba viajar y que vivió en casa de su madre hasta que ésta murió, en 1915: una descripción choca con la imagen heroica que podría inspirar su glamouroso arte. Quienes lo conocían, aseguran que era más bien tímido, retraído y compasivo. Y al parecer siempre estuvo dispuesto a ayudar a las madres de sus numerosos hijos.
Al morir, el 6 de noviembre de 1918, era un artista especialmente bien remunerado. Aún así, su anhelo por cosechar el reconocimiento académico nunca se vio cumplido y se le negó en cuatro ocasiones la cátedra de profesor.
Agencias/El Universal