Eso de que un pajarito convertido en Hugo Chávez se me apareció, me habló, me orientó, se me paró de frente, me cantó y me sonrió para darme animo como lo dijo Nicolás Maduro es otro cuento sacado de un sombrero rojo. Esta es la segunda parte de una fabula que se inició hace más de catorce años, cuando comenzaron a meternos a los venezolanos cápsulas de mentiras y cuentos chinos, que fuimos digiriendo hasta tal punto, que hoy en día después de contar con un presidente fallecido, nos vemos frente a un nuevo altar de un santificado que trata de dejar atrás al Ciervo de Dios José Gregorio Hernández.
Por allá por las sabanas que hablan de Florentino y el Diablo anduvo en estos días el candidato presidencial del oficialismo, como tratando de pisar las mismas huellas del heredero del Maisanta en aquellas tierras polvorientas. Pero nada que ver. Falta mucha cabalgata, mucho polvo del camino, mucha labia y mucho carisma para que ese polvillo pueda aunque sea llegarle a los tobillos
Los cuentos de Chávez se parecían a el. Tenía un forma tan distinta de contarlos, que mucha gente llegaba a creérselos, incluso hasta el mismo se metía en el personaje cual si fuera Gustavo Rodríguez cuando interpreto a Pedro Estrada en Estefanía con un realismo impresionante, pero ese cuento del “pajarito cantor” estuvo mal echado. Solo ha despertado la burla hasta en los mismos seguidores del chavismo, quienes consideran que las imitaciones de Nicolás son sólo un esfuerzo teatral de baja factura.
Esto estaba en el repertorio del cuenta cuentos de los bigotes para el inicio de su campaña electoral. Creyó despertar entre los chavistas aquella desbordada alegría y hasta el fervor como lo hacía el presidente fallecido.
Chávez dialogaba, tuiteaba, narraba al detalle, se adelantaba a veces a acontecimientos, a veces iba atrás, superponía historias, llegaba a romper la lógica gramatical, era parte de su estilo con una técnica narrativa impresionante que ponía a pensar a la gente y hasta llegaba a convencer
En una oportunidad dijo el fabulador Chávez que por allá por Sabaneta en su humilde casa de piso de tierra, estando en una cunita, una serpiente estuvo a punto de devorarlo. Era un tragavenado que la colgaron del techo y su cola llegaba al piso, que era del ancho del caucho de un vehículo, y que el estaba vivo de broma. Sonaba a fabula, pero el cuento estaba bien echado y los televidentes se quedaban de boca abierta frente al TV en el programa Aló Presidente
Hasta los cuentos de vaqueros los hacía sentir entre el público, llegando incluso a imitar personajes entre cantos, bailes y expresiones corporales. Nicolás bailó en el estadio Polideportivo de Maracaibo y fue el hazme reír de la gente
Esto nos lleva a decir que para parecerse al Presidente Chávez entre tantas cosas, hay que saber narrar el cuento mismo aunque sea de vaqueros como dice el dicho. Que cuento tan mal echado Nicolás.
Periodista