Billy Gasca Z.
Docente Universitario
Una vez más el Zulia se engalana para recibir a su patrona, nuestra virgen del Rosario de Chiquinquirá en su bajada a los rincones de su pueblo. Representa para quienes hemos tenido el privilegio de haber nacido en esta tierra el momento estelar en donde en medio de la retreta, del bullicio, de la gaita, de los adornos de calles y avenidas, nos preparamos para que pase la china y bendiga la barriada.
La bajada de la virgen en el reencuentro con los zulianos y los visitantes fieles de todo el territorio nacional y del extranjero no tiene precedentes. Me refiero al momento en que con ansias esperamos la bajada de la santa patrona en medio de la algarabía y del rito sonoro de los furros, cargada por decenas de hombres vestidos de blanco en un momento mágico donde todos nos abrazamos y se detiene por un momento el pensamiento político en momentos de polarización política como el que vivimos en la actualidad.
Sin embargo, merece nuestra madre adorada que solo nos ataviemos para recibirla, olvidando que todos los días ella está con nosotros velando por nuestro bienestar. El Papa Francisco, en cada una de sus homilías acerca de nuestra siempre Madre virginal, nos asegura que María mira a todos y a cada uno de nosotros, como madre y con una gran ternura, misericordia y con amor, y siempre nos anima a sentir su mirada amable. Por ello, es tiempo de recomponernos como sociedad, de abrir un compás para el entendimiento, para la reflexión, para revisar cual es el camino que nos toca conducir a este pueblo y decidir que tipo de sociedad queremos ser.
Si todos somos hijos de María en todas sus advocaciones, no podemos estar distanciados de nuestros hermanos, juntos podemos consolidar una idea secular y espiritual de lo que somos y seremos, por cuanto, ella es la madre que nos concede la salud en el crecimiento, nos concede la salud para afrontar y superar los problemas, haciéndonos libres, la mamá que nos enseña a ser fecundos, a estar abiertos a la vida y a dar siempre frutos de bondad, frutos de alegría, frutos de esperanza, a no perderla nunca, a dar vida a los otros, vida física y espiritual.
Debemos aumentar nuestras esperanzas para construir una sociedad mejor, vivible, armónica. La esperanza es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor. Que este nuevo reencuentro no solo sea motivo para adornarnos con nuestro mejor vestido para sentir el aumento de las palpitaciones cuando veamos en escena a nuestra virgen. Pidámosle sabiduría para avanzar y empinarnos con el fervor chiquinquireño para hacer del Zulia un pedacito del globo terráqueo identificado no solo por sus riquezas naturales, sino por el sentimiento de un pueblo que en torno a su madre construye sus esperanzas para ser una luz que ilumine el sendero del porvenir.
Billy Gasca Z.
Docente Universitario