Para esta colección la diseñadora venezolana, Carolina Herrera, recordó un jardín mítico, un antiguo edificio de piedra, la calma y elegancia que dan la distinción sin estridencias. Rescata el clasismo, pomposidad y la sinuosidad de las lecturas ligeramente minimistas, en las que el brillo es mera referencia.
El cierto sport arreglado y los tejidos refinados , propios de estilo de finales del siglo XX, ceden paso a tejidos altamente tecnológicos, que transgreden lo masculino/femenino y apela a l a insinuación delicada de lo sexual.
Sin embargo la elegancia de los diseños de Carolina Herrera y su contención cromática, en la que destacan los tonos:crema, tejidos ligeros, piel clara y suave combinada con chifón, faldas cortas o a media pierna. Los motivos de flores de impresión digital, grandes y atrevidos, y la esponjosa organza en los vestidos, nos hablan de gracia y hermoso trabajo artesanal, muy próximo a la Alta Costura pero con cierto decoro.
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