En menos de 20 años llegó de chofer de autobús a la presidencia de Venezuela, pero Nicolás Maduro asegura que sólo quiso llevar su vida «a la sombra» del comandante Hugo Chávez.
Maduro, de 50 años, se autodefine como «hijo» y «apóstol» de Chávez, «chavista de corazón», que materializa el sueño socialista de un obrero encumbrado a las alturas del poder en el quinto productor mundial de petróleo del mundo.
El ex líder sindical, ex jefe del Congreso unicameral y ex canciller llegó a escalar hasta lo más alto del poder en Venezuela, tras recibir el aval de Chávez como su favorito para continuar su revolución socialista.
La muerte del líder bolivariano, ocurrida el 5 de marzo tras una larga lucha contra el cáncer, lo colocó como abanderado del oficialismo para las elecciones de hoy, en las que se enfrentó al líder opositor Henrique Capriles Radonski.
Apuntando al máximo cargo del país, Maduro hizo de su ex trabajo de chofer la marca de su campaña y asegura haber sido preparado por Chávez para asumir el timón.
Sus asesores convirtieron su vieja profesión de conductor de autobús del Metro de Caracas en su principal emblema electoral: «Para conducir el país, Maduro», reza uno de los lemas políticos.
El 8 de diciembre pasado, antes de regresar a Cuba para someterse a una última operación, Chávez pidió a sus partidarios que, en caso de que su ausencia obligara a unas nuevas elecciones, eligieran a Maduro.
Después de la intervención, el 8 de diciembre, no volvió a aparecer en público. El fallecimiento de Chávez, quien no llegó a asumir el nuevo mandato, obligó a celebrar las nuevas elecciones para la culminación del período 2013-2019.
«Mi opinión firme, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido», dijo Chávez en su último discurso.
Esa frase formó parte destacada de la campaña de Maduro, ya que la grabación acompañó sus mítines electorales en el país.
Como canciller, Maduro se ganó el respaldo de Chávez al convertirse en un aliado inseparable durante su convalecencia en las primeras dos operaciones por cáncer, en junio de 2011 y febrero de 2012, ambas en La Habana.
Maduro completó apenas la educación media. También fue representante sindical en el subterráneo y luego fue elegido diputado por el oficialismo hasta ascender a la presidencia de la Asamblea.
Estuvo más de seis años al frente de la Cancillería y Chávez lo designó vicepresidente en octubre pasado. En el cargo de canciller, se ganó elogios públicos de Chávez, quien a veces bromeaba diciendo: «Mira a dónde va Nicolás de autobusero».
También se le atribuye haber concretado acuerdos con Rusia, China e Irán, países aliados de Caracas, mientras que ha repetido la dura arenga de Chávez contra el «imperialismo» de Estados Unidos.
Maduro afirmó que Chávez lo preparó para el reto de gobernar el país y se trazó el objetivo de ganar con 10 millones de votos, una meta que se propuso Chávez en anteriores consultas y nunca alcanzó. También planteó gobernar con el programa «socialista» con el que Chávez triunfo en octubre.
Se ganó un puesto en la Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna en 1999 y que luego fue aprobada en consulta popular. Obtuvo un escaño en las elecciones legislativas de 2005, antes de pasar a la Cancillería.
Hombre alto, fornido y generalmente serio, Maduro saltó al escenario político en 1992 cuando como líder sindical pidió en las calles la liberación de Chávez, entonces encarcelado por haber dirigido el intento golpista del 4 de febrero contra el presidente Carlos Andrés Pérez.
Antes, a mediados de los ochenta, militó en la organización Liga Socialista, que lo preparó como dirigente y gestionó llevarlo a Cuba para que realizar un curso de cuadros sindicales.
Tiene dos hijos y dos nietas y su compañera es la ex procuradora Cilia Flores, también ex líder de la Asamblea Nacional (Congreso).
En su campaña ha confesado que nunca pensó en llegar a la presidencia, pues su sueño era estar al lado de Chávez. A su sombra.
«Yo soy hijo de Chávez. No aspiraba a ser nada en la vida, sólo estar a su lado. No soy arribista, no soy ambicioso de poder, además que no soy un burgués ni aspiro a riquezas materiales en esta vida, sólo me siento hijo de Chávez», repitió.
Aseguró ser «fiel» a la memoria de Chávez, incluso más allá de la vida. «No voy a dar descanso a mi brazo hasta ver una patria socialista, como él la soñó», puntualizó.
Se le atribuyen enfrentamientos con el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, otro prominente dirigente del oficialismo, aunque en público lo trata de «hermano».
En una ocasión reconoció que no tiene el carisma o el liderazgo de Chávez y pidió un voto de confianza para asegurar la continuidad de la «revolución bolivariana».
Durante la campaña, la anécdota más comentada fue la afirmación de Maduro de que mientras rezaba en una capilla de Sabaneta (oeste del país) entró un «pajarito chiquitico», que él sintió como una aparición de Chávez, y se puso a silbar en lo que él interpretó como una bendición.
Vía DPA