Por Billy A Gasca Z
Quiénes somos? Qué hacemos? Cuál es nuestro rol en la vida? Que tiempo viviremos? Son preguntas que muy pocas veces nos hacemos por estar imbuidos en un torbellino fatigante de avatares propios de una competencia terrenal en la carrera para ser “mejores” cada día frente a nuestros semejantes.
Soñar con el último modelo de carro que nos gustaría estacionar el garaje, sujetar con nuestra mano el portafolio hecho a mano con piel de algún animal exótico, impregnarnos con la fragancia más extravagante del diseñador de moda del momento y realizar una simple llamada desde un dispositivo inteligente de última generación ocupa nuestros pensamientos, nuestras ganas, nuestros sueños y nuestro tiempo y pareciera ser el sustrato del propósito de nuestro plan de vida.
Hace algunos años fui testigo de una experiencia que me marcó para siempre. Un familiar muy cercano que acariciaba el poder económico adulaba de su momento estelar y lo hacía muy importante a la vista de todos. La manera de resolver las cosas a través de la firma en la chequera hacía que quienes aún estábamos en proceso de formación halagáramos esa forma de tener éxito en la vida. Un día recibí una llamada telefónica donde se me daba a conocer el mal estado de salud de ese querido familiar, era algo que no podía creer, como una persona puede verse amenazada de su propia vida en instantes. Tuve la maravillosa oportunidad de darle un poco de mi sangre para el tratamiento de su afección y ello me enseño el verdadero valor de la vida. Poco después de aquella experiencia ese ser amado murió y todo lo que había acumulado en riquezas no le alcanzó para ganarle la batalla a la muerte.
En algún momento de nuestra misión terrenal, aparecen el paso titubeante, la sonrisa lánguida, el dolor de la enfermedad, incluso la culminación del verano, la llegada del otoño, el frío del invierno y la experiencia a la que llamamos muerte y esa realidad es la más segura e indefectible etapa a la cual llegaremos.
Perseverar en el auténtico plan de vida constituye el motivo para seguir luchando, disfrutar de los momentos simples, de la sonrisa de nuestros familiares y amigos, alcanzar la justicia como reina de todas las virtudes republicanas y hacer de nuestro entorno un mejor espacio para vivir es nuestro gran reto.
Aunque venimos a la vida terrenal con “destellos celestiales”, la vida continúa implacablemente hacia adelante. La juventud sigue a la infancia y la vejez viene de modo muy imperceptible. Por experiencia, aprendemos la necesidad de mirar al cielo en busca de ayuda al forjar nuestro camino por el sendero de la vida. En nuestro celo, no pasemos por alto el sabio consejo de Eclesiastés: “…no es de los ligeros la carrera, ni la batalla de los fuertes”. En realidad, el premio es de aquel que persevera hasta el fin.