Inicia una nueva etapa para nuestras vidas con la apertura de un nuevo año cargado de emociones, pronósticos, conjeturas y esperanzas de lo que ocurrirá cada minuto de cada día de un periodo que será definitorio para la vida republicana y para la sociedad venezolana en general.
Sin lugar a dudas, el protagonismo de los acontecimientos que experimentaremos estarán a cargo de los jóvenes, quienes representan el motor de desarrollo del presente y la garantía del futuro para el país. A ustedes jóvenes de la patria quiero dedicar un mensaje que me ha servido mucho en lo personal para superar las dificultades que la vida puso frente a mí, de las cuales he superado muchas y aun algunas están pendientes por despuntar.
Nadie se ha atrevido a afirmar que la adolescencia es una etapa fácil, todo lo contrario. En la adolescencia advertimos muchos conflictos, con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestros amigos, con nosotros mismos. No terminamos de entender lo que somos y lo que seremos en el futuro, entonces somos impulsivos, retadores y soñadores. Ésta es una época en la que somos cada vez más independientes y tal vez deseamos más libertad de la que nuestros padres nos dan. También son años importantes en los que Satanás nos somete a los ejercicios de la tentación y hará cuanto pueda para alejarlos del camino que los conducirá de regreso al hogar celestial del que venimos.
Entonces, es necesario amados jóvenes que crean en la verdad verdadera, aquella verdad que se encuentra impregnada de certeza mas allá del resultado que nos ofrecen los buscadores de la internet, mas allá de los discursos que escuchamos y de lo que nuestros amigos nos dicen, incluso mas allá de la verdad científica. Esa verdad a la que me refiero es la verdad que resulta de nuestro escrutinio profundo sobre el sentido de las cosas que nos rodean bajo el consejo de nuestros padres que encarnan la instancia más sublime donde apelamos nuestras incertidumbres.
Luego, además de creer de la forma descrita, es necesario obedecer. La adolescencia pareciera ser la tabla de surf en la que pensamos que podemos superar cualquier ola sin analizar las consecuencias de no hacerlo. Obedecer implica escuchar los consejos de nuestros padres que al final siempre tienen la razón aunque estemos obcecados en no entenderlo. Obedecer también implica conversar con Dios acerca de nuestras preocupaciones y problemas y créanme la carga se hace mucho menos pesada cuando dejamos que nuestros padres terrenales y nuestro padre celestial tomen parte de ella en la travesía de nuestras vidas.
Por último, es necesario perseverar. Si en mi adolescencia yo hubiese entregado mi futuro a la realidad que me rodeaba, pues hoy no estaría escribiendo estas líneas para ustedes mis amados jóvenes. La perseverancia es un escudo y una espada para luchar constantemente contra las adversidades. Somos lo que creemos y pensamos ser. Piensen en grande cuidando no hacer daño, al final Dios recompensara a quien persevera hasta el fin.
Billy Gasca
Ex Secretario de Gobierno