Las potencialidades que tiene el estado Zulia debajo de su corteza terrestre es una verdad del dominio de todos los que vivimos en esta hermosa tierra de gracia. El muy recordado Ali Rodríguez Araque en uno de sus memorables discursos expresó que el Zulia poseía casi todos los elementos de la tabla periódica, y si algún día se daba a conocer otro elemento de la misma, pues, seguramente ese otro mineral estaría debajo de nuestro suelo. Con ello, Alì presuponía la formidable reserva mineral y vegetal que posee la entidad con mayores recursos de ese tipo, comparada con otros espacios federales.
El carbón resulta uno de esos minerales que poseemos los zulianos con reservas gigantescas. Un mineral que ha dividido la opinión pública y la posición de expertos ambientalistas, aduciéndose que cualquier nueva extracción del mineral pondría en peligro los embalses que sirven como reservorio de agua para abastecer a gran parte de la población zuliana.
Resulta evidente que un tema como este origina polémicas entre defensores y detractores. Sin embargo, al analizar las argumentaciones de quienes no están conformes con cualquier iniciativa de exploración y subsecuente explotación me resultan, en algunos casos, respetables por contener argumentos refutables, pero en la mayoría de los casos dichos razonamientos adolecen de sustento científico, bibliográfico y tecnológico.
Referenciar una oposición a la explotación en el estado Zulia tomando como antecedente opiniones de quienes hablan en nombre de la ecología sustentable cuya data a veces supera los 20 años, deriva en desconocimiento de los avances que las nuevas tendencias tecnológicas han puesto en práctica para hacer de la explotación del carbón un proceso de menor impacto ambiental, cotejado a como se realizaba hace una década atrás.
Negarse a analizar propuestas que redunden en el desarrollo de zonas, municipios y aéreas cuya pobreza es cada vez más evidente, es negar el propio desarrollo de la gente a poder acceder a mecanismos que les permitan alcanzar un mejor nivel de vida que se traduce en nuevas vías de penetración, escuelas, ambulatorios, red de transporte público entre otras variables a considerar.
Debemos pues mirar hacia el futuro para construir una mejor educación, un nuevo desarrollo urbano, acceso a servicios de calidad, dejando atrás aquella obsesión por la historia a de “los buenos vs los malos” la cual ha creado una serie de mitos y leyendas que para muchos se han vuelto parte de un riguroso credo nacionalista, que no conduce sino a detenernos ante la historia y ver pasar el tren del progreso justo delante de nuestros ojos.