En un trabajo especial del diario Últimas Noticias publicado hoy domingo se recopilan varias historias de mujeres que han sido atacadas por «Las Pirañas» y de otras que por temor a ser víctimas de esta nueva mafia desatada en Maracaibo y Caracas decidieron cortarse el cabello.
Lea el reportaje completo:
El reflejo del espejo no miente. La mujer a sus espaldas está determinada a aprovechar hasta el último centímetro de su cabello. Divide cada mechón del mismo tamaño y con una liga, estrangula varios gramos de la melena azabache que cuelga hasta la cintura. Carla Quintana se sobresalta al sentir los jalones en su cuero cabelludo. La peluquera se concentra en desmembrar rápido y de un solo tijerazo cada mechón.
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En cuestión de semanas, el tema de los «roba pelos» ha pasado de ser un chiste de sobremesa a causar pánico en las mujeres que ostentan largas y sedosas cabelleras. Sobre todo en Maracaibo, donde se han reportado varios casos de víctimas de «las pirañas», una banda que se supone se dedica a robar melenas con tijeras de podar -o picos de botella- para venderlas en el mercado negro de las extensiones de cabello natural.
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La peluquera ya comenzó a cortar en tajadas la melena azabache de Carla. Ella sigue con los ojos cerrados pero sus labios dejaron de temblar. Nunca, en sus 18 años de vida, había sufrido tal mutilación. Su esposo, adolescente como ella, observa todo desde la sala de espera. Ya se ha mordido casi todas las cutículas de su mano derecha. Con cada tijerazo, se tapa la cara.
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Hasta el momento no hay detenidos por estos robos. Pero el mercado de cabello humano se alimenta de esta tragicomedia colectiva. Por los varios mechones que le cortaron a Carla, la peluquería Ivo Stylos -especializada en comprar, vender y colocar extensiones naturales- pagó menos de dos mil bolívares. Una cola de cabello similar vendida por «las pirañas» en el mercado negro, reseña la prensa, se cotiza en más del doble.
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En las entrañas del antiguo Teatro Ayacucho, postrado frente a la Asamblea Nacional, conviven junto al antiguo cine (el primer teatro-cine construido en América del Sur) cuatro modestas peluquerías que se dedican a colocar melenas postizas. Como en esta mañana no hay clientes, la peluquera -que en «temporada alta» cobra 600 bolívares por la mano de obra- se ofrece a hacer el tour por las tiendas donde venden las extensiones naturales más cotizadas.
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Carla y su esposo tardaron una semana en tomar la decisión. Una amiga les comentó que en esa peluquería compraban cabello, pero dudaron varias veces. Esta mañana salieron desde su casa en Las Adjuntas a hacer diligencias y sin planificarlo mucho, se bajaron en la estación de metro Chacaíto. Entraron en Ivo Stylos, le ofrecieron 1.500 bolívares por la melena y accedieron.
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El robo de cabello no es una modalidad inédita en Venezuela o en otros países. Desde finales del año pasado comenzaron a reseñarse casos en los medios marabinos y desde mucho antes, se reportaron denuncias en medios colombianos como El País de Cali y Kienyke.com o argentinos como Infobae y La Razón. Otros países como Brasil, Ecuador, Perú, México, Cuba y República Dominicana también reportaron esta práctica delictiva. Hace dos años, una ola de asaltos de extensiones naturales valoradas en cientos de miles de dólares extraídas de peluquerías de Chicago, Filadelfia y Houston alertaron al FBI.
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Eliana Leal tiene 32 años y se siente ultrajada. Recuerda perfectamente el día y la hora cuando le sucedió: 24 de mayo de 2013, 6:30 pm. Iba camino a su casa, situada al oeste de Maracaibo. Hizo una parada en el abasto, compró cinco paquetes de harina pan, y una cuadra antes de llegar donde vive con sus dos hijos, vio cómo un par de motorizados la rodeaban.
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La peluquera está cortando el último mechón de Carla. Su esposo ya no se muerde las uñas y el espanto desapareció de su rostro.