El muro y la verja exterior de la clínica donde está ingresado Nelson Mandela se han convertido en un colorido mural de flores, globos y papeles y cartulinas que le desean lo mejor y le agradecen su sacrificio por la dignidad de todos los sudafricanos sin distinción de raza.
El exmandatario sudafricano afronta su sexta jornada hospitalizado en estado crítico, aunque lleva ya 20 días ingresado a causa de una infección pulmonar. En la última información oficial, el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, anunció que Mandela se encontraba estable tras experimentar una leve mejoría, aunque seguía estando en estado «crítico».
Poco antes, la hija mayor del expresidente, Makaziwe Mandela, había asegurado en una entrevista a la radio pública que su padre estaba en una situación «muy crítica». «Puede pasar cualquier cosa de forma inminente», alertó Makaziwe Mandela.
Según informa la enviada especial de TVE a Sudáfrica, Mayte Pascual, fuentes de la familia han afirmado que «Nelson Mandela se encuentra consciente y responde a las caricias de sus allegados».
Un grupo de niños se desplazó hasta las puertas del hospital de Pretoria para cantar a coro una canción con el lema: «Te queremos, Mandela». A pocas manzanas del hospital, el gubernamental Congreso Nacional Africano (CNA) -al que pertenece Mandela- celebró anoche una vigilia en honor al antiguo estadista. La oración colectiva nacional a la que había llamado el CNA tuvo lugar en otro de los centro neurálgicos, en la casa del antiguo gueto negro de Soweto (Johannesburgo) donde vivió Mandela, quien volvió a recibir la visita de toda su familia más próxima.
Qunu guarda silencio y respeto
Los sudafricanos parece que se han resignado a dejar marchar a su libertador. Pero la imagen de unidad, vigilía y rezos de Pretoria contrasta mucho con la de su ciudad natal,Qunu. En esta zona rural a 900 kilómetros del centro económico de Sudáfrica no hay altares erigidos a la gloria del padre de la Patria, quien previsiblemente será enterrado allí, cerca de la cosa donde ha habido los últimos 20 años.
«¿Dónde se depositan las flores? Esto no sucede aquí», asegura el pastor Penuel Mjongile a quién quiere rendir un último homenaje al primer presidente negro del país, según informa la agencia France Presse.
La muerte del ilustre vecino está en la mente de todos pero nadie habla de ello. No hay ramos de flores, ni peluches, ni mensajes para desearle una pronta recuperación. «Nuestros deseos están aquí», señala Mjongile, orgulloso, mientras se toca el pecho.
El anciano pastor, refugiado del invierno austral envuelto en un largo abrigo, conduce al ganado. «No hablamos de la muerte de una persona que todavía está viva», asevera, desechando todas las preguntas sobre Mandela. «Es un tabú, aquí no se hace», añade en voz baja.
En la cultura africana, en concreto en el clan Xhosa al que pertenece Mandela, discutir la muerte de una persona que se encuentra agonizando, se considera una falta de respeto. Por este motivo, la presidencia de Sudáfrica se ha reservado el derecho en exclusiva de informar sobre el estado salud de uno de los grandes iconos políticos del siglo XX, en escuetos comunicados.
En Sudáfrica, hay quienes creen que ha llegado el momento de dejar marchar a su líder y otros que confían en que Mandela pueda vencer esta última batalla. Pero todos critican que esta larga agonía haya servido para airear, una vez más, el culebrón familiar de Madiba.
El clan Mandela es extenso y variopinto y en estas semanas se han sucedido lasdiscusiones sobre su legado y su funeral. La prensa local informa de que será enterrado en Qunu, pero que su nieto Mandla ha mandado exhumar los restros de tres hijos del expresidente, enterrados en otro pueblo, para que descansen todos juntos. Las relaciones entre la tercera mujer, Graça Machel, y el resto de familia nunca han sido buenas.
Obama, en Sudáfrica
Nelson Mandela luchó durante 67 años contra el régimen de segregación racialo apartheid, en cuyas cárceles pasó 27 años y contrajo los problemas respiratorios que padece de forma recurrente. Tras ser liberado en 1990, Madiba encabezó, junto al último presidente del apartheid, Frederik de Klerk, el desmantelamiento pacífico del régimen racista. Esta lucha les valió a ambos el Premio Nobel de la Paz de 1993.
Elegido como presidente en 1994, Mandela afianzó desde la presidencia una improbable paz racial, después de más de cuatro décadas de dominación racista de la minoría blanca de Sudáfrica.
Este jueves, el presidente de EE.UU., Barack Obama, llegará a Sudáfrica, procedente de Senegal y cerrará su gira africana el 2 de julio en Tanzania, aunque en principio el primer presidente negro de América no visitará a Mandela en el hospital.
Vía Rtv.es