El acuerdo alcanzado en Washington DC entre las delegaciones europea y estadounidense logra frenar, por el momento, la escalada de una guerra comercial que amenazaba con afectar gravemente a la economía de ambos socios.
Jean-Claude Juncker se puede marchar de Estados Unidos con la tranquilidad de haber frenado la implantación de nuevos aranceles a los productos europeos, mientras Donald Trump podrá vender a su electorado que su táctica, vista como suicida incluso entre miembros de su propio partido, consigue resultados.
Trump y Juncker, en un acto que no estaba previsto, comparecieron pasadas las cuatro de la tarde (diez de la noche en España) en el Rose Garden de la Casa Blanca para leer un comunicado que establece algunas concesiones por parte de la Unión Europea y pone las bases para la negociación de un futuro tratado comercial, que un grupo de trabajo conjunto se encargará de monitorizar y llevar a la práctica. El presidente estadounidense definió la ocasión como de «un gran día» y olvidó el calificativo de «enemigo» que otorgó hace unos días a la Unión Europea al anunciar el comienzo «de una nueva etapa» de «estrecha amistad».
Según recoge el documento, Estado Unidos y la Unión Europea trabajarán con el objetivo de lograr la eliminación de aranceles y subsidios a la producción industrial, así como buscarán reducir barreras e aumentar el comercio en sectores como el farmacéutico, el químico, los productos médicos y la soja. Según anunció Trump, saltándose el guión pactado, «la Unión Europea va a empezar a comprar de forma casi inmediata una gran cantidad de soja». Un mensaje dirigido al sector agrícola de su electorado que está sufriendo las primeras consecuencias de la guerra comercial declarada por su presidente. De hecho, esta misma semana la administración Trump anunció ayudas por valor de doce mil millones de dólares a este sector, que ve con temor la prolongación de la guerra tarifaria y calcula pérdidas incluso superiores a la ayuda ofrecida por el presidente.
A falta de mayores concreciones, el pacto alcanzado entre ambas delegaciones en la Casa Blanca pone en suspenso la amenaza de Trump de subir hasta un 25% los aranceles a la importación de coches europeos, una medida que afectaría especialmente a Alemania, dado que la venta de coches supone el 28’4% de sus exportaciones a Estados Unidos.
ABC