«La droga se ha prohibido para legitimar dogmas, justificar intervenciones militares, satanizar comunidades y proteger utilidades criminales». Así lo manifiesta el expresidente colombiano Ernesto Samper en su libro «Drogas, prohibición o legalización, una nueva propuesta», que sale a la venta el jueves.
El político se suma a la lista de personalidades que insiste en levantar las prohibiciones sobre la distribución, venta y consumo de sustancias estupefacientes en todo el mundo.
Señala que «la norma según la cual todo ser humano tiene libertad para consumir lo que le apetezca en ejercicio de su libre albedrío ha corrido paralelamente con los intentos autoritarios por establecer cortapisas a esta libertad por razones políticas, religiosas, éticas o económicas».
A su modo de ver el asunto, este ha sido manipulado por Estados Unidos como un instrumento de control sobre las naciones. «Es clara la distinción en Estados Unidos entre una política conservadora que nace de su consideración como un ‘problema moral’ –droga es igual a crimen– y la concepción moderada. Aquella se basa en la represión, la intolerancia absoluta del consumo, la confusión entre consumidores y vendedores, el aumento de penas, el fortalecimiento de la estrategia militar y la internacionalización de la guerra, sin mayores concesiones al tema en materia de garantías constitucionales y derechos humanos».
Samper explica en su obra que la «satanización» sobre la actual clasificación internacional de las drogas ilegales corresponde a criterios políticos que tvan más allá del campo de las ciencias. «Las drogas ya no son buenas o malas, sino peligrosas o no peligrosas. Con este criterio se han conformado listas de sustancias prohibidas sin reparar en el tipo de daño que producen, ni los tratamientos que podrían curar, prevenir o regular su uso».
«Asociados con la prohibición religiosa están el fundamentalismo moral y su empleo como justificación de la interdicción política».
Liberen la marihuana
El escritor asegura que si se excluye la marihuana de las drogas prohibidas, el problema internacional se reduciría a interceptar 40 camiones de diez toneladas cada uno, donde cabe toda la heroína que produce anualmente el mundo, y otros 90 de la misma capacidad que alcanzarían para interceptar toda la cocaína. «Así, resultaría más económico y eficiente ejercer sobre ellas un control a través de la regulación del mercado que insistir en la actual política represiva».
Enfatiza que la marihuana ha comenzado a ser legalizada en muchos países como respuesta a un movimiento mundial a favor de otorgarle un tratamiento especial, que empezaría por separar su manejo del de otras drogas ilícitas.
Para concluir, Samper advierte: «No se puede cometer el error, sin embargo, de pasar del fundamentalismo prohibicionista al fundamentalismo legalizador. La presencia del Estado en un paradigma alternativo a la fiscalización es tan importante como lo ha sido en la política actual de persecución».
El Tiempo/Redacción DiarioRepublica.com