El Big Ben, puntualmente sacado de su silencio por obras, tocará once campanadas y, una hora antes de la medianoche de este jueves 31-D, el Reino Unido cortará definitivamente sus lazos con la Unión Europea poniendo fin a 48 años de agitada relación entre el Parlamento del Bloque y el país de la alta realeza.
«El destino de este gran país está ahora firmemente en nuestras manos», afirmó Boris Johnson. El primer ministro del Reino, que preveía estar a la hora de esta histórica salida en Downing Street con su familia, se apunta una importante victoria personal tras haber tomado las riendas del Brexit en julio de 2019.
Su ejecutivo incluso evitó un sobresalto de última hora, logrando este jueves un acuerdo con el gobierno español para mantener abierta la frontera con Gibraltar: el pequeño enclave británico en el extremo sur de la península Ibérica se integrará en la zona Schengen de libre circulación de personas.
Tras años de caos y enfrentamiento político, el Reino Unido salió oficialmente de la UE el pasado 31 de enero, poniendo en práctica lo que los británicos decidieron por 52% de votos en un controvertido referéndum en junio de 2016. Pero, durante once meses el país estuvo en un «período de transición» durante el cual siguió aplicando las reglas europeas mientras negociaba su futura relación con sus 27 ex socios.
Un poco de esperanza e inquietud
La negociación, que en varias ocasiones pareció destinada al fracaso, acabó dando frutos el 24 de diciembre: Londres y Bruselas cerraron el tratado de libre comercio más completo y exhaustivo posible en el plazo récord de diez meses.
Con él, la UE ofrece un acceso inédito sin aranceles ni cuotas a su inmenso mercado de 450 millones de consumidores europeos a cambio del compromiso británico de respetar normas que evolucionarán con el tiempo en materia de políticas medioambientalistas, derechos laborales y fiscales, para evitar toda competencia desleal.
Esto evitará que a las 23h00 (locales y GMT), medianoche en la Europa continental, se instale el caos en las fronteras inglesas, sus puertos se vean bloqueados por la acumulación de cargas sometidas a trámites aduaneros y el Reino Unido sume la escasez de productos a la tristeza de un tercer confinamiento provocado por un fuerte resurgimiento del coronavirus SARS-CoV-2.
Sin embargo, pese al acuerdo, la burocracia aumentará y en Dover, principal puerto británico en el canal de la Mancha, se mezclaban los sentimientos de esperanza e inquietud.
«Será mejor, debemos autogobernarnos y ser nuestros propios jefes», decía a la agencia AFP Maureen Martin, una inglesa jubilada, mientras Kirk Hughes, empleado informático, reconocía sentirse «un poco nervioso» ante la potenciales perturbaciones durante las «semanas de transición».
Mientras tanto, en las calles de Dublín, capital de la vecina Irlanda que por fin ve descartada la amenaza de una frontera dura con Irlanda del Norte, algunos como Fiona Muldoon decían sentir «una enorme decepción». «Creo que es malo para la UE y muy malo para Irlanda», aseguraba.
Con mirada al futuro
Debido a la pandemia no habrá festejos en el Reino. Solo el Big Ben, la inmensa campana situada en una torre del Parlamento inglés, en restauración desde 2017, que saldrá de su silencio para tocar las campanadas de Nochevieja, sonará también una hora antes, en el marco de las pruebas destinadas a comprobar su mecanismo.
Los desafíos son ahora considerables para el gobierno de Boris Johnson, que ha prometido dar al Reino Unido un nuevo lugar en el mundo. Sin embargo, está a punto de perder un poderoso aliado con la salida de Donald Trump, partidario del Brexit que será reemplazado en la Casa Blanca por el demócrata Joe Biden, más europeísta.
A nivel nacional, el ejecutivo conservador deberá esforzarse por reunificar a británicos, divididos por un Brexit contra el que habían votando tanto Escocia como Irlanda del Norte.
«Dejamos un asiento vacío en la mesa de Europa» pero «no estará vacío mucho tiempo», amenazó el miércoles 30-D el diputado independentista escocés Ian Blackford, cuyo partido, el SNP, exige un nuevo referéndum de autodeterminación, tras el perdido en 2014, con la esperanza de poder reintegrar la UE como Estado independiente.
Desde su entrada en 1973 en la Comunidad Económica Europea, la relación de los británicos con el Bloque ha estado marcada por los conflictos. Más interesado por la integración económica que política, Londres rechazó en 1985 participar en los acuerdos de Schengen y en 1993 en la moneda única. Y pidió contribuir menos al presupuesto común.
Ahora la UE pierde a su primer miembro y con él 66 millones de habitantes y una economía de 2,85 billones de dólares. Y gana el temor a que otros populistas se vean tentados con seguir el ejemplo de este. Pero, libre de los frenos ingleses, podrá seguir trabajando en su proyecto de mayor integración política.
«Ha sido un largo camino. Es el momento de dejar atrás el Brexit. Nuestro futuro se construye en Europa», afirmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Simón Sánchez
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