«Me costó 32 años, pero finalmente encontré a mi hijo que fue secuestrado y vendido».
Li Jingzhi pasó más de tres décadas buscando a su hijo, Mao Yin, que fue secuestrado en 1988 y vendido. Estaba a punto de darse por vencida de poder encontrarlo, pero en mayo finalmente recibió la llamada que había estado esperando.
Los fines de semana, Jingzhi y su esposo llevaban al pequeño Mao Yin al zoológico o a uno de los muchos parques de la ciudad de Xian, capital de la provincia de Shaanxi, en el centro de China. Siempre recordó especialmente una de esas salidas familiares en particular.
«Tenía como un año y medio en esa época. Lo llevamos al zoológico de Xian. Vio un gusano en el piso. Era un chico muy curioso y señaló el gusano diciendo: ‘Mamá, ¡un gusano!’. Cuando lo cargué a la salida del zoológico, tenía el gusano en la mano y lo acercó a mi cara», relata Jingzhi.
Mao Yin era hijo único. La política de un hijo de China estaba en completa vigencia, así que no había posibilidad de tener más. Ella quería que fuera un estudiante aplicado y exitoso, así que lo apodó Jia Jia, que significa «grande». «Jia Jia era un niño muy juicioso, inteligente, obediente y sensible. No le gustaba llorar. Era muy animado y adorable. La clase de niño que simpatizaba con todo el que lo veía», dice Jingzhi.
Ella y su esposo lo dejaban en un jardín infantil en las mañanas y lo recogían después del trabajo. «Todos los días, después de trabajar, jugaba con mi hijo», afirma Jingzhi. «Era feliz».
Jingzhi trabajaba en una empresa exportadora de grano y durante la época de cosecha tenía que salir de la ciudad por varios días a visitar a los proveedores en el campo. Jia Jia se quedaba en casa con su papá. En uno de esos viajes, recibió un mensaje de sus empleadores llamándola urgentemente de vuelta. «En ese entonces, las telecomunicaciones no estaban muy avanzadas», explica Jingzhi. «Así que todo lo que recibí fue un telegrama con seis palabras: ‘Emergencia en casa; regresa ahora mismo». Se devolvió de prisa a Xian y cuando llegó su jefe la sorprendió con la noticia de que ‘Su hijo está desaparecido’, «Mi mente se nubló. Pensé que tal vez se había perdido». narra.
El esposo de Jingzhi explicó que había recogido a Jia Jia en el jardín infantil y había hecho una parada para conseguirle un poco de agua en un pequeño hotel que pertenecía a la familia. Había dejado al niño solo de uno a dos minutos mientras enfriaba el agua y cuando se dio vuelta, su hijo había desaparecido. «Habían pasado los días, las semanas, Me dolía el corazón, quería llorar, quería gritar; Sentí como si mi corazón se hubiera vaciado».
Se echaba a llorar cuando veía la ropa de su hijo desaparecido informan agencias de noticias, sus zapatitos y los juguetes con los que se divertía. En ese momento, Jingzhi no era consciente de que el tráfico de menores era un problema en China.
Las parejas que querían un hijo para conservar el nombre de la familia y tener a alguien que los cuidara cuando fueran ancianos no podían seguir intentando tener un varón; enfrentaban fuertes multas además de que a esos hijos se les negarían las prestaciones sociales. Se cree que esa política fue responsable del aumento en los secuestros de niños en ese tiempo, especialmente varones. Pero Jingzhi no sabía nada al respecto sobre los casos.
Al conocer la desaparición de Jia Jia, su primer instinto fue culpar a su esposo. Luego se dio cuenta de que deberían colaborar para encontrar a su hijo. Pero a medida que pasaba el tiempo, esa obsesión dio lugar a que hablaran poco de otras cosas y, cuatro años después, se divorciaron.
Sin embargo, Jingzhi nunca abandonó su búsqueda. Todos los viernes en la tarde, cuando terminaba de trabajar, ella tomaba el tren hasta las provincias aledañas en busca de Jia Jia y regresaba el domingo por la noche lista para trabajar el lunes en la mañana.
Por esa época, Jingzhi se dio cuenta de que había muchos padres que buscaban a sus hijos desaparecidos, no solo en Xian, así que empezó a trabajar con ellos. Conformaron una red que abarcaba casi todas las provincias en China. La red también generó muchas más pistas, aunque tristemente ninguna acercaba más a Jia Jia. En total, Jingzhi visitó diez provincia chinas en su búsqueda.
Cuando su hijo llevaba ya 19 años desaparecido, Jingzhi empezó a trabajar de voluntaria en un sitio web dedicado a reunificar a las familias con sus hijos desaparecidos. «Ya no me sentía sola. Había muchos voluntarios ayudándonos a buscar a nuestros hijos. Eso me llegó al corazón», declara.
Fue entonces cuando el 10 de mayo de este año -el Día de la Madre- recibió una llamada de la Oficina de Seguridad Pública de Xian con la increíble noticia: «Han encontrado a Mao Yin«. «No me atrevía a imaginar que era cierto», admite. «Fue cuando recibí los resultados del ADN de la policía cuando realmente creí que había encontrado a mi hijo» Después de 32 años y de más de 300 pistas falsas, esa búsqueda había llegado a su fin.
El lunes 19 de mayo fue elegido como el día de la reunificación. Jingzhi estaba nerviosa. No se sentía segura de cómo reaccionaría su hijo. Pues ya era un adulto, casado y a cargo de su propia empresa de decoración interior. El día de la reunión, la Televisión Central de China (CCTV) emitió en vivo cómo Jia Jia entraba en el salón de ceremonias de la Oficina de Seguridad Pública de Xian y gritaba «¡Madre!» mientras corría a abrazarla. «Exactamente así corría detrás de mi cuando era niño». Li Jingzhi finalmente pudo cesar esa exhausta y ardúa búsqueda para encontrar a Jia Jia.
La persona que le dio a Jingzhi la pista del paradero de su hijo prefiere mantener el anonimato.
Simón Sánchez
Con Información de BBC Mundo/ www.diariorepublica.com