Un argentino propone, un poco en broma, un espacio especial para evitar que el smartphone acapare nuestra atención en un encuentro social.
Surgió en un momento de introspección, de mirar conductas propias y ajenas.
«Seguro a más de uno le pasó esta situación de estar conversando con alguien, en una reunión o en una sobremesa, y ver cómo esa gente deja de mirarlo (y de prestarle atención) solo para mirar casi a cada minuto la pantalla de su teléfono móvil -dice desde Londres, fastidiado, Fernando Barbella-. ¡A mí me ha pasado! ¡El que esté libre de este comportamiento que arroje el primer smartphone! Fue ahí que pensando acerca de este fenómeno, y acerca de cómo llamar la atención sobre el tema de una manera simpática y entretenida, nació esta idea del Mobile Parking Lot.»
Es, ni más ni menos, un estacionamiento para dejar los celulares durante una reunión: la idea es dejarlos allí para que no interrumpan la conversación. Claramente, el usar un diseño de estacionamiento de autos es para hacerlo más llamativo; más allá de que se aproveche para cargar el teléfono, no tiene otra función.
Y sigue otras ideas que vienen dando vueltas hace tiempo, como el concepto de phubbing (mirar el celular e ignorar al resto del mundo) o The Phone Stack, el juego de apilar teléfonos en un restaurant, penalizando a quien lo tome para ver «si le llegó algo» con el pago de la cuenta, como una manera de poner un límite entre un grupo de personas y el canto de las sirenas traducido en ese ruidito que nos avisa que algo -no importa qué- llegó a nuestro teléfono y reclama nuestra atención.
Esto tiene que ver, explica Barbella, con lo que estudió el neurocientífico Jaak Panksepp. «Llegó a la conclusión de que la búsqueda (tanto abstracta como tangible) es el motor que nos motiva a salir de la cama, enfrentar el día y aventurarse al mundo. Este motor es alimentado por una hormona neurotransmisora, la dopamina. Panksepp dice que la dopamina es activada por la posiibilidad de encontrar algo inesperado o por la expectativa que genera «lo nuevo» -explica Barbella, que complementa el sitio que creó con textos sobre el mito del multitasking (es decir, la supuesta capacidad que tenemos de hacer varias cosas al mismo tiempo) y demás. «Y ahí están estas pequeñas pantallas, con posts de Facebook, tuits, mensajes de WhatsApp, emails personales, emails laborales, Snapchats, fotos de Instagram, etc, dándonos esa sensación de que todo está pasando todo el tiempo, y que de alguna manera tenemos que sí o sí enterarnos, pese a que ello implique -¡lamentablemente!- faltarle el respeto a la persona que tenemos delante nuestro y a quien deberíamos intentar dedicarle toda nuestra atención.
Y sigue otras ideas que vienen dando vueltas hace tiempo, como el concepto de phubbing (mirar el celular e ignorar al resto del mundo) o The Phone Stack, el juego de apilar teléfonos en un restaurant, penalizando a quien lo tome para ver «si le llegó algo» con el pago de la cuenta, como una manera de poner un límite entre un grupo de personas y el canto de las sirenas traducido en ese ruidito que nos avisa que algo -no importa qué- llegó a nuestro teléfono y reclama nuestra atención.
Esto tiene que ver, explica Barbella, con lo que estudió el neurocientífico Jaak Panksepp. «Llegó a la conclusión de que la búsqueda (tanto abstracta como tangible) es el motor que nos motiva a salir de la cama, enfrentar el día y aventurarse al mundo. Este motor es alimentado por una hormona neurotransmisora, la dopamina. Panksepp dice que la dopamina es activada por la posiibilidad de encontrar algo inesperado o por la expectativa que genera «lo nuevo» -explica Barbella, que complementa el sitio que creó con textos sobre el mito del multitasking (es decir, la supuesta capacidad que tenemos de hacer varias cosas al mismo tiempo) y demás. «Y ahí están estas pequeñas pantallas, con posts de Facebook, tuits, mensajes de WhatsApp, emails personales, emails laborales, Snapchats, fotos de Instagram, etc, dándonos esa sensación de que todo está pasando todo el tiempo, y que de alguna manera tenemos que sí o sí enterarnos, pese a que ello implique -¡lamentablemente!- faltarle el respeto a la persona que tenemos delante nuestro y a quien deberíamos intentar dedicarle toda nuestra atención.»
Vía EN/www.diariorepublica.com