Teorías apocalípticas desbordan las mentes “conspiranoicas” año tras año; algunas pasan casi desapercibidas y otras colocan a una buena suma de la población en vigilia, tal como ocurrió en 2012 cuando más de uno dejó a un lado su calendario tradicional y puso la lupa en el maya donde se anunciaba el “inminente fin del mundo“.
2017 no ha quedado atrás en materia de especulaciones sobre el fin de nuestro planeta, al contrario: se han intensificado en medio de la ola de desastres que azotan a la madre tierra; desde huracanes hasta sismos, y sin dejar a un lado los conflictos por intereses políticos entre países, el pequeño puesto que ocupamos en el infinito universo parece estar, más que nunca, al borde de un colapso.
Ante dicho escenario nos preguntamos: ¿se acabará el mundo o simplemente se agotará el sentido de humanidad? Las catástrofes que hoy golpean el mapa no parecen venir de parte de la luna a los pies de la constelación de Virgo o de un solsticio decembrino; todos los dedos señalan al mismísimo ser humano, quien de manera directa o indirecta, atenta contra el ecosistema o se presenta en forma de políticos presumiendo su arsenal.
Sin duda, estamos ante años decisivos para el rumbo del planeta, pero más que nada, años terminantes para la humanidad, y no precisamente dentro del concepto de una masa de población, sino el significado de humanidad desde el sentido de la compasión y empatía que se supone debería caracterizarnos como raza.
Vía NAD/www.diariorepublica.com