El pelo postizo se ha convertido en un negocio millonario con cientos de actores detrás. No es fácil identificarlos ni calcular sus beneficios. Pero los datos que existen dibujan un retrato multicultural e hiperbólico. Las extensiones venden y viajan por medio mundo.
Estados Unidos ha importado cabello por valor de 1,3 millones de dólares (995.000 euros) desde 2011. En el mismo periodo, se han robado más de 230.000 dólares (176.092 euros) en mechones de peluquerías estadounidenses, según la revista The Atlantic. Además, los salones de belleza que ofrecen la posibilidad de vender pelo han aumentado en un 28,5% en los dos últimos años, según la plataforma Professional Beauty Association. Del otro lado del Atlántico, más de lo mismo. El Reino Unido es el tercer país importador del mundo. Además, muchas de las empresas de extensiones tienen la sede allí. ¿Su facturación? Entre 45 y 60 millones de libras (alrededor de 53,6 y 71,4 millones de euros) en 2012.
Great Lengths Hair Extensions, una de las empresas más importantes y con distribución en España, ha aumentado sus ingresos en un 70% en los últimos cinco años. En nuestro país y a pesar de la recesión, el gremio se mantiene. Las peluquerías generaron en 2012 unos 5.000 millones de euros y siete de cada 10 personas, es decir, 27,3 millones, acudieron a una en 2012, según Stampa (Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética). La razón principal de su visita: corregir la falta de volumen. Un problema que se puede solucionar con extensiones. «Las estamos poniendo a unas siete u ocho clientas por semana», informan desde Lorena Morlote.
«Esto es solo el principio, es un negocio emergente. La situación actual es comparable a la del tinte hace 30 años», aseguran desde Balmain Hair, otro renombrado fabricante de estos accesorios. «Hace unos años solo unas pocas peluquerías las ponían. Pero ahora se ha generalizado y casi todas ofrecen este servicio», explica Yolanda Delgado. Y no son baratas: «Depende de la cantidad y del sistema, pero el precio oscila entre los 350 y los 700 euros», dice Manuel Rodríguez Saavedra, director artístico internacional de los salones Rizos. Morlote amplía la horquilla: de 125 a 1.000 euros.
Entonces, ¿por qué se invierte en pelo? Los expertos aseguran que lucir una cabellera larga y bonita es sinónimo de estatus y tiempo libre. Y además, «las extensiones crean adicción», afirma Lorena Morlote. «Son como las inyecciones: te pinchas, te ves bien y quieres repetir. Y el resultado parece natural. Por eso en cuanto mis clientas las prueban, se aficionan y siguen poniéndoselas, siempre respetando los periodos de descanso de entre uno a tres meses al año», señala la experta.
Vía ElPaís