Hasta que no se nos cruza la ocasión de ver ejemplos tan crudos y dolorosos como lo son las fotografías de la niña en Auschwitz asesinada en el Holocausto nazi, desconocemos el impacto real que puede ejercer en nuestras mentes una imagen a todo color. Una artista brasileña ha coloreado estos retratos a blanco y negro para traer nuevamente a la vida la historia de Czeslawa Kwoka, una pequeña que experimentó en carne propia el lado más infame y monstruoso de la humanidad. Lo que resultó de ello es desgarrador.
Fotografías de niña en Auschwitz a color
La pequeña Czeslawa Kwoka, protagonista de los retratos, era una niña polaca de 14 años que fue desalojada junto a su madre y más de 116 mil personas del condado de Zamosc.
Los nazis aspiraban instalar una colonia agraria de alemanes arios en este lugar situado al sudeste de Polonia. Para cumplir este propósito, sus ocupantes fueron enviados en camiones hacia distintos campos de concentración, en condiciones inhumanas. Hacinados, confundidos y llenos de temor, unos se dirigían hacia Majdanek, otros hasta Zwierzyniec, y Czeslawa Kwoka fue a parar a Auschwitz, el 13 de diciembre de 1942.
A partir de ese momento, Czeslawa Kwoka dejaría de llamarse como tal para ser identificada con el número 26947. La infancia, su familia y todo lo que conocía le sería arrebatado en un abrir y cerrar de ojos. Se convirtió en prisionera de un sistema del horror que acabó con su vida y la de millones de inocentes.
Entre las víctimas, los niños eran los primeros en ser asesinados, hasta que en 1943 Josef Mengele, “el ángel de la muerte”, comenzó a incluir a la población infantil en sus experimentos. En el caso de Czeslawa Kwoka, la niña en Auschwitz cuya fotografía ha sido coloreada, transcurrieron unos pocos meses desde su ingreso al campo de concentración para que sellaran su sentencia de muerte el 12 de marzo de 1943 con una inyección de fenol en el corazón.
El retrato de la niña en Auschwitz es uno de los más famosos del holocausto. Fue tomado por otro prisionero, Wilhelm Brasse, quien se encargaba de realizar el registro fotográfico del resto de los reclusos. Brasse calculaba haber tomado al menos unas 40 y 50 mil fotografías durante su permanencia en el campo de concentración, pero el rostro de Czeslawa Kwoka era el que mejor recordaba.
Antes de presionar el disparador de la cámara, Kwoka fue golpeada en el rostro con un palo, de una manera bestial, por un guardia de seguridad. Sus labios sangraban, ella lloraba asustada, pero al saber que nada podía hacer para defenderse, se resignó, se secó la cara, limpió un poco la herida y posó para el lente de Brasse.
“Antes de tomar la fotografía, la niña se secó las lágrimas y se quitó la sangre del corte en el labio. Siendo sincero, sentí como si me estuvieran golpeando a mí mismo, pero no pude interferir. Hubiera sido fatal para mí”, Wilheim Brasse, fotógrafo y prisionero de Auschwitz.
En blanco y negro la herida de la niña en Auschwitz podría pasar desapercibida si la miramos de pasada. Sin embargo, desde que Marina Amaral, experta colorista, dibujó cuidadosamente estos retratos, la sangre que antes se apreciaba como un rayoncito oscuro, ahora es roja, difícil de ser ignorada. Vemos su dolor a todo color, por lo que inevitablemente la empatía se nos brota desde lo más profundo del alma. Empatía por ella, y por tantas otras personas que encontraron la muerte en uno de los momentos más oscuros de la historia de la humanidad.
¿Qué sientes tú al verla?
Agencias