Sam Querrey demostró que no fue casualidad su arribo a la Final del Abierto Mexicano de Tenis y se encargó de echar por tierra todo el optimismo por ver al Rey de Acapulco en sus dominios.
El estadounidense, con un saque demoledor, aplacó a Rafael Nadal y a los miles que lo aclamaban alrededor de la pista. Un marcador de 6-3 y 7-6(3) dio cuenta de que se avecinan, poco a poco, nuevos tiempos en la ATP.
Nadal había ganado 14 partidos consecutivos en Acapulco sin perder un solo set. Hasta esta noche. La potencia del mortero de San Francisco fue demasiado para el campeón de 14 Grand Slams.
Fueron 28 sets sin mácula para Nadal en el Pacífico mexicano y tres visitas que dejan bien marcadas sus etapas en el circuito: en 2005, ganó su primer gran título aquí; en 2013, ya con el relevo en la cima a manos de Novak Djokovic; y en esta ocasión dejó el trono que, hasta ayer, parecía que nadie podía quitarle.
Querrey fue demoledor en el servicio y no le permitió nada a Nadal en el primer set. En el octavo game, su drive puso en aprietos al manacorí y le quebró el saque, para que, al confirmarlo, se llevara el parcial por 6-3.
El segundo set fue más parejo. Tal fue la frustración de Nadal, que celebraba efusivamente cada punto ganado. Volvió el joven Rafa que vivía el tenis con intensidad a tope, tanto en los golpes con la raqueta como en sus reacciones. Al diablo con la madurez. Pero su rival no se achicó y supo contener los embates.
Querrey dio concesiones en su servicio, mientras que Nadal se mostró más sólido. Nuevamente en el octavo game hubo posibilidad de rompimiento, en esta ocasión del español, quien lo tuvo en 15-40, pero el estadounidense se quitó de esa y varias amenazas más para empatar el set a cuatro.
La oportunidad desperdiciada le costó caro al ex número uno del mundo. Querrey llevó el set al tiebreak, donde volvió el duelo de servicios, pero fue el norteamericano el que no falló. Nada entregó el partido cuando tuvo el saque con 4-3 en contra.
Porque todos los reinos caen algún día, este es uno que dejó ir. Ciertamente no el más importante, si consideramos sus nueve títulos de Roland Garros, pero no poco significativo, pues en Acapulco, en 2005, el mundo conoció a Rafael Nadal.
Pero, elegante en la derrota y tras felicitar y reconocer a su rival, prometió volver. Su reino, hoy en manos ajenas, lo espera.
Vía Univision/www.diariorepublica.com