
Los caminos de la oposición y el chavismo vuelven a cruzarse hoy. La razón se cuenta en votos: ni referendo, ni elecciones de gobernadores este año, abrieron la puerta a la calle.
Agreguemos a eso que el diálogo también ha naufragado. Los políticos no han podido ponerse de acuerdo ni siquiera en quién se iba sentar al lado del otro. Ernesto Samper, secretario de la Unasur, en entrevista con este medio decía que era “el primer diálogo que colocaba como requisito para sentarse en la mesa de negociación lo que precisamente van a discutir en esa mesa”.
“La oposición se está jugando el todo por el todo, busca demostrar que es una gran mayoría en el país que quiere cambio. El Gobierno está centrando su estrategia en desmoralizar, desmovilizar y meter miedo”, afirma a la AFP Diego Montoya-Ocampo, analista del IHS Markit Country Risk, con sede en Londres.
La oposición no convoca a movilizaciones masivas desde el 2014, esta vez tiene a su favor el malestar popular, concentrado en una crisis económica que no conoce de precedentes cercanos y que ha impactado a todo el tejido social del país. Según analistas y políticos mismos de oposición, “la gente está cansada de que le llamen a la calle sin un objetivo claro (…) Por eso no podemos fallar”, decía a este medio sobre el 1-S Julio Borges, jefe de la fracción parlamentaria de la MUD.
Si los pronósticos de la oposición se cumplen, una gran movilización dejaría al Gobierno más debilitado especialmente de cara al contexto internacional. Otra cosa pasaría si la movilización no se acerca a los pronósticos, entonces el Gobierno volverá a cantar victoria en la pulseada de calle y, seguramente, hurgará en las divisiones que durante años han definido a la oposición.
En el chavismo, la prédica se repite una y otra vez: “El que está picao de culebra, cuando ve un bejuco brinca”. La sangre que corrió en las guarimbas de “La Salida”, en el 2014; y los hechos de abril 2002, por citar dos ejemplos, dan fe de ello.
En una suerte de estrategia reactiva, el chavismo también se moverá. A la Toma de Caracas opositora, el Gobierno riposta con la Toma de Venezuela con concentraciones en las principales capitales del país.
Pero más allá de los detonantes para las movilizaciones de hoy, la interrogante que se hace el país es: ¿Después del 1 de septiembre qué pasará?
Para esa pregunta cada uno tiene una respuesta. El Consejo Nacional Electoral (CNE), un actor de primer orden en la actual crisis política del país, ya fijó entre el 24 y el 30 de octubre la recolección de firmas para un eventual revocatorio que el mismo Poder Electoral ha dicho no sería antes del primer trimestre del 2017. Nada ha dicho sobre las elecciones regionales que debían ser este año.
Para el chavismo, el 2 de septiembre llegará y “Nicolás Maduro seguirá siendo el Presidente de la República y habrá una Caracas de paz”, interviene el número 2 del Gobierno, Diosdado Cabello.
En la oposición la visual es completamente distinta. “La expectativa que pueda haber, más allá de la cantidad (de la marcha del 1-S), es la ruta de qué vamos a hacer de cara a una nueva etapa para el referendo”, cree el dirigente opositor Henrique Capriles, principal valedor de la iniciativa del referendo revocatorio, y quien está convencido de que las movilizaciones y la presión internacional pueden llevar al Gobierno a aceptar el revocatorio.
El verdadero desafío que supone una movilización opositora concebida con tanta antelación, con tanta publicidad y sobre todo con tanta expectativa, no pasa solo por el simplismo de decir que es la mayor concentración de la historia. Pasa por los caminos que pueda allanar hacia los votos o hacia la mesa de diálogo que sigue servida sin que su manjar satisfaga a sus comensales.
Está claro, cita el analista Luis Vicente León, que “habrá riesgo de que grupos radicales, de cualquier lado, intenten desvirtuar la condición pacífica de la protesta”, pero esa posibilidad, también está claro, no favorece a nadie.
En sus reflexiones sobre el 1-S, el experto y director de Datanálisis agrega que “todo el mundo estará pendiente del desarrollo de la protesta, lo que eleva los costos de acciones radicales contra el pueblo”.
Lo que ocurra hoy impactará en todos los órdenes políticos del último cuatrimestre del año. La magnitud de la movilización opositora no será de fácil ocultamiento mediático y tendrá eco en la comunidad internacional, cuyos ojos estarán puestos en el país.
Es como si la “vedette” de la tensión política, pero con crecimiento económico, que acompañó al país entre 1999 y 2012, y que de alguna manera se ha visto desplazada en los últimos tres años por la crisis económica, retomara a los primeros planos, con el peligroso acompañante de la recesión.
Más allá de los ecos 1-S en cualquier ámbito, estos últimos 18 años de madurez política que ha dado el venezolano, ayudan a explicar el por qué 7 de cada diez venezolanos prefieren dirimir sus diferencias a través del diálogo, aunque la calle también sirve para mandar señales.
Vía Panorama/www.diariorepublica.com