
En medio de la inmensidad urbana de Bangkok, un pequeño rincón resiste: allí donde el río dibuja un meandro, cohabitan centenares de especies de plantas y aves y se cruzan numerosas bicicletas, mucho más presentes que los coches.
Pero los residentes y los ecologistas consideran que el encanto único del pulmón verde de la capital tailandesa está amenazado, pues los promotores inmobiliarios convencen cada vez a más habitantes para que vendan sus tierras y así poder construir.
Visto desde el cielo, el contraste es sobrecogedor. Bang Krachao, que cubre una superficie de 16 kilómetros cuadrados, es un oasis de tranquilidad envuelto por un recodo del río Chao Praya, en el corazón de una capital trepidante, a dos pasos del atestado centro.
Pero el espacio disponible, la proximidad del centro de la ciudad y la explosión de los precios de los terrenos fuera de Bangkok han convertido este santuario tropical dentro de la capital en un lugar muy codiciado.
Cada vez más residentes de Bang Krachao ceden a los cantos de sirena de los promotores, contentísimos de hacerse con sus tierras.
Como Supi Saengta, de 62 años, que siempre ha vivido en este pulmón verde. Ahora, se prepara para despedirse, con pesar, de su parcela familiar de 6.400 metros cuadrados, evaluada en 24 millones de bahts (650.000 euros).
«No tengo ganas de vender pero mi tía está enferma. Necesita dinero para sus cuidados», explica.
Más edificios significa también más carreteras, un cambio importante en una zona donde numerosos residentes se desplazan aún por una red de pasarelas de hormigón en medio de la vegetación.
«Cuando haya más construcciones, carreteras y edificios, esos caminos serán destruidos y remplazados por grandes carreteras que impedirán el flujo natural del curso de agua», considera Jakkaphan Thruadmarakha, activista ecologista, nacido en esta zona.
«En algunos canales ya solo se ve agua estancada», agrega, anhelando un desarrollo sostenible para Bang Krachao.
Ecoturismo: ¿la solución?
Algunos habitantes de este oasis verde, junto con activistas ecologistas, llevan a cabo una batalla para salvar Bang Krachao de las grúas que lo amenazan.
Su combate parece haber recibido apoyos importantes: el rey tailandés Bhumibol Adulyadej, fallecido el pasado octubre, habría expresado el deseo de que el pulmón verde de Bangkok sea preservado para las generaciones futuras, según el gobierno.
Su hija, la popular princesa Sirindhorn, ha visitado varias veces la zona.
Además, poco después de la muerte del rey, los militares que gobiernan el país anunciaron un programa a tres años vista para renovar los espacios verdes y garantizar que al menos el 60% de la superficie se quede sin urbanizar. El programa implica al departamento real de Bosques, la Universidad de Kasetsart y PTT, una empresa petrolera tailandesa.
«Si no hacemos nada, el modo de vida tradicional, con las casas en medio de tierras agrícolas y los manglares desaparecerán», advierte Montathip Sommeechai, profesora de la Universidad de Kasetsart.
Como cada vez menos residentes viven de la agricultura en Bang Krachao, hay que buscarle otra utilidad a las tierras agrícolas, considera. El desarrollo de la agricultura ecológica, con el fin de que la zona se convierta en un «banco urbano de alimentos» para la capital tailandesa, es una posibilidad. Desarrollar el ecoturismo es otra: el único hotel de la zona es un pionero en la materia.
«Aquí, para nosotros, lo más importante era que la atmósfera fuera la misma que en el campo», explica Tanaporn Wittayasiripaiboon, representante del hotel Treehouse, que abrió hace cinco años. El establecimiento utiliza energía solar y fue diseñado en sintonía con la naturaleza y el campo, según explica.
Pero no es seguro que esto vaya a bastar para resistirse al apetito de los especuladores inmobiliarios. Y más teniendo en cuenta la corrupción en el país sigue estando muy extendida.
Históricamente, los promotores inmobiliarios y las grandes empresas han encontrado la forma de esquivar, o ignorar, las medidas de protección del medio ambiente.




