A pesar del modernismo dibujado en muchas de las nuevas viviendas que se levantan en la Laguna de Sinamaica, este lugar mantiene intacto el perfil autóctono que lo identifica en Venezuela y el mundo.
Los pintorescos palafitos han ido cambiando de forma con el modernismo, las nuevas formas de generación de ingresos entre muchos de sus habitantes y la llegada de la Misión Vivienda, pero en el fondo siguen semejando aquel hábitat que inspiró a Américo Vespucio para el nombre de Venezuela.
Recorrerlo genera emociones diversas. Es un encuentro con la naturaleza y el contacto con la historia. Conviven el progreso con las viejas formas de vida. Hay muchas mejoras, pero también la miseria subsiste escondida dentro de los viejos palafitos de enea corroídos por la desidia de parte de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de mejorarlos.
“Ya no viene mucha gente como antes, pero los visitantes dejan algo de dinero para los que vivimos de esto. Nosotros hacemos todo lo posible para que se vayan contentos y regresen”, dice Manuel Montiel, práctico de una lancha de paseo.
La laguna, alimentada con las aguas del río Limón, es un atractivo sin igual en esta zona del Zulia. Se puede llegar por vía terrestre, pasando el puente sobre el río Limón y tomar la vía que une a Sinamaica, capital del municipio, con la laguna.
Esta carretera conduce a Puerto Cuervito donde se toman las lachas para el paseo que puede durar de tres a cuatro horas. Se puede comer en el Parador Turístico donde sirven los típicos platos a base de pescado.
Otra forma de acceso es por vía fluvial, desde el sector El Trompo, en la cabecera sur del puente sobre el río Limón. Allí se puede dejar el auto y tomar una lancha que le llevará hasta este paraíso, refugio de los últimos añú.