Si tuviéramos que hacer un “test de inmersión algorítmica”, seguramente una de las preguntas sería si cuando entras a Netflix, sientes que todas las películas fueron hechas para tí. O si no puedes dejar de scrollear en las redes porque cada video que sale está ajustadísimo a tus datos y preferencias.
En caso de que las dos respuestas sean positivas, debes saber que no estás solo. Todos hemos sido alguna vez atrapados por la trampa del algoritmo, esa fórmula matemática que predice nuestras elecciones basándose en las decisiones del pasado.
Números que son el pan de cada día
Los algoritmos son parte esencial de nuestra vida diaria, tanto que influyen en prácticamente todo lo que hacemos a través de Internet, desde una visita al banco hasta el entretenimiento puro y duro.
En el sector de los casinos, por ejemplo, estos números sirven para adaptar las experiencias al nivel del jugador, sus orígenes y sus preferencias. Por ejemplo, Casumo es un casino en línea adaptado para jugadores españoles que busca en todo momento tener una oferta acorde a los gustos, usos y costumbres de ese país europeo.
De la misma forma, los algoritmos en el ecommerce o en los sitios de streaming, entretenimiento y redes aprovechan los datos de los usuarios para hacerles “ofertas irresistibles”.
Desde Google hasta las redes
Un ejemplo claro de esto, es el funcionamiento de Google, el buscador más utilizado. Aquí, los algoritmos son el motor que descubre, organiza y prioriza la información que vemos usando pequeños robots que escanean las páginas antes de que los usuarios accedan a ellas.
Así, usando una combinación de criterios, el Googlebot puede rastrear constantemente nuevas páginas web y actualizaciones en las ya existentes, pero atentos, porque este rastreo no es aleatorio.
Los algoritmos deciden qué sitios visitar, con qué frecuencia y cuántas páginas obtener, basándose en datos como enlaces internos o mapas del sitio enviados por los propietarios. Esto muestra que los algoritmos no solo gestionan la información, sino que también la interpretan para hacerla accesible.
De la misma manera, las redes también tienen sus propios buscadores. De hecho, la generación Z usa más las herramientas de búsqueda de TikTok o Instagram que los propios buscadores de Internet y la tendencia va en ascenso. Según un informe de eMarketer, en 2016 el 41% de los centennials los usaba, mientras que en 2023 ese número subió al 51%.
¿Qué es la huella digital?
La huella digital, de acuerdo a la definición del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, es el rastro que dejamos en el entorno digital a través de nuestras actividades en línea y el uso de dispositivos conectados. Es, en definitiva, lo que provee a los sistemas de almacenamiento de grandes datos (big data). Nuestra actividad.
Se construye con datos recopilados al navegar por Internet, interactuar en redes sociales, comprar en plataformas como Amazon, ver contenido en servicios de streaming, usar aplicaciones de mapas o wearables que registran nuestra actividad física y hábitos de salud.
Aunque es una frase bastante reiterada, es verdad que los datos son el nuevo petróleo. Tienen un valor inmenso en la economía de los datos, donde las empresas y gobiernos pueden usar el big data para personalizar servicios y diseñar estrategias.
Y a pesar de que puede ayudar a distribuir ayudas o detectar irregularidades en el sistema vinculadas con la delincuencia, esta recopilación plantea también desafíos éticos, ya que su manejo indebido puede poner en riesgo datos sensibles de las personas como su historial médico o los números de su tarjeta.
Algoritmos que deciden sobre la vida de las personas
En la era de los algoritmos, no todo está destinado a hacer que consumamos más tiempo frente a las pantallas y pasemos horas de diversión. Algunas de estas fórmulas matemáticas tienen una importancia central en la vida de las personas.
Sin ir más lejos, los algoritmos de selección de personal deciden en un primer escaneo cuáles currículums quedan dentro de la línea que divide una etapa de la siguiente. Entonces, puede pasar que una persona que está sumamente preparada para el puesto no haya sabido usar las “palabras clave” que usan estos robots y haya quedado descartada en la primera ronda.
Lo mismo puede pasar con becas, ayudas y otras solicitudes que estén mediadas por la tecnología debido al gran volumen de datos que las empresas y los organismos públicos tienen que gestionar. En cualquier situación de alta demanda y muchas solicitudes, se impone el uso de robots para clasificar los datos.
En este contexto, aprender sobre el funcionamiento de la máquina se hace más que útil. Para “hackear” al sistema, algunos trucos son el uso de palabras clave, tal cual como funciona en la descripción del puesto. Otro truco es usar un formato simple, evitando gráficos, tablas o diseños complejos que el software podría no interpretar correctamente. Los algoritmos suelen preferir documentos en texto plano y en formatos estándar como PDF o Word.